Capítulo: 29

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De adolescente me planteé una y otra vez la situación que estoy viviendo en este momento

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De adolescente me planteé una y otra vez la situación que estoy viviendo en este momento. Y en ese entonces no me sentía sola ni desamparada. Tenía a mi papá, a mis tíos (amigos de papá) y a mis dos mejores amigas de ese entonces. Tania y Emilce. Nos llamaban "Las TED". Obvio que por las iniciales de nuestros nombres. En aquel tiempo tenía muy en claro lo que haría. Le diría todo lo que mi corazón decía y luego que desapareciera de mi vida. Perpetuamente. Si mi progenitora aparecía le dejaría muy en claro que no la necesito. Pero ahora no estaba del todo segura. Me sentía sola. Muy sola. Necesitaba a mis amigas, a Rosy, a quien sea. Y sólo tenía a Nazareno. Al chico que me fragmentó el corazón en mil pedacitos diminutos al acostarse con otra chica, y ni siquiera fue lo suficientemente valiente como para admitirlo en mi cara.

¿En qué pensaba cuando acepte quedarme a solas con él? Ah, sí, pensaba en no quedarme sola con mi desgracia.

Más allá de eso, agradecía desde lo más profundo de mi corazón que me haya dado la posibilidad de conocer mi verdad. De saber de buena tinta el por qué me abandonaron, aunque así y todo no la justifico. Mucha gente pasa por millones de dificultades y no abandona a sus hijos, ni siquiera los animales lo hacen. No lo entiendo. Está bien, mi padre le rompió el corazón, la traicionó y la defraudó pero ¿yo qué culpa tenía? Tenía meses de nacida. Meses. Nunca voy a entenderlo pero tampoco quiero decirle que en la vida quiero volver a verla porque no lo sé. No sé.

En cuanto a Naza: lo extrañé demasiado.

Y ese abrazó que le di de agradecimiento por traer a mi progenitora a contarme su verdad me hizo remover todo el amor que sentí por él. Diablos ¿a quién quiero engañar? El amor que aún siento.

Las palabras del rubio galán, dichas antes de irse, repicaron en mi cabeza: "olvida lo de la oportunidad, ya tienes a tú príncipe". Me punzó la mirada de dolor de Adhemar al decirme eso. No era así. Nazareno me había engañado, Adhemar no había hecho otra cosa más que hacerme sentir de lo más bien y genial. Me hace reír. El tonto poeta me hace llorar. Pero mi bobo, masoquista y ciego corazón seguía acelerándose sin parar al tener a Nazareno cerca. Me había enamorado por primera vez, había besado por primera vez y me habían roto el corazón por primera vez. Y todas esas cosas recaían en el chico que se hallaba de pie cerca mío en mi solitario departamento.

DULCE POETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora