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Jimin 

Después del desastre, Jimin se quedó dormido después de haber llorado por lo menos media hora. Le había dicho a Namjoon que prefería que fuera a cuidar de Min, porque quién sabe qué más podría hacer. 

Por la mañana no se sentía enojado, sabía que la actitud de Yoongi era ocasionada por el alcohol, solo le causaba un poco de miedo el hecho de tener que enfrentarlo cuando despertara. Sabía que lo que había dicho el rubio no era algo que debiera dejarse pasar. Ellos estaban mal, y Min tendría que recordar tarde o temprano todo lo que hizo anoche. 

Decidió entonces dejar que se aliviara un poco de la resaca mientras él se ocupaba del otro asunto pendiente, Jungkook. Antes de caer rendido ante el cansancio, Park y Jeon quedaron de verse en el parque cercano a su casa a las doce de la tarde. Eran 11:30 y él estaba a punto de reunirse con el castaño. 

—Nam, no sé si sea lo mejor, pero haz que cuando Yoongi Hyung despierte recuerde todo lo que dijo. Tenemos que arreglar lo que pasó.— El pelinegro habló dejando oír una combinación de preocupación, tristeza y ternura. Así era Park Jimin, siempre tranquilo aunque nada estuviera en orden. Kim sólo asintió y dejó que su menor se fuera. 

Muy en el fondo odiaba aceptar que lo que pasara con Min dependía de lo que dijera Jeon. Aunque no fuera del todo cierto. 

Su camino al lugar se está viendo muy interrumpido por los pensamientos en su cabeza: Jimin estaba cansado de seguir aferrado a la idea de que algún día estaría con Yoongi, habían pasado meses y la cosas estaban completamente igual; ambos habían besado a alguien, y creía que sería mejor darse la oportunidad con esa persona. Sin embargo luego están las palabras del rubio: Lo mucho que te quiero y lo mucho que me gustas.  

¿Qué tanto tenían de cierto? 

Interrumpió su momento de reflexión cuando vio a Jungkook sentado en el pasto acariciando a un perro que había pasado frente a él. Sintió un nudo en el estomago y sus mejillas arder al recordar por qué estaba ahí. Se acercó tímido y lo saludo lo suficientemente alto para que él lo escuchara. 

  —Hola, Jungkook.—El castaño que estaba en el piso se sonrojó ligeramente y saludó a Jimin levantándose de su lugar. 


Jungkook

Las personas suelen demostrarse cariño de muchas maneras, pero recuerdo aquella vez que hice una mueca de asco cuando mis padres se besaron frente a mí. Ellos se rieron y debido a mi edad, me explicaron que esa era una forma en que la gente demuestra el amor que siente por alguien, aunque también recuerdo el detallado énfasis que hicieron en que era un tipo de amor especifico, el amor que existe entre una pareja, entre un hombre y una mujer. Yo no dije nada más y asentí ante las palabras de mi madre. Todo siguió normal hasta que un día intenté besar a un compañero de mi escuela. Yo sólo tenía once años, y recuerdo bien por qué lo hice: él era muy tierno, eramos amigos y me trataba muy bien, qué iba a saber yo a los once años sobre amor, en ese entonces, mi pequeño razonamiento me dejaba saber que amaba a aquel amigo, y decidí demostrárselo así al recordar las palabras de mi mamá. Lo tomé de las mejillas y comencé a acercarlo torpemente a mí; él me empujó y me gritó que me alejara, dejó de hablarme después de eso y me sentí demasiado mal. Al contárselo a mi padre, abrió los ojos como platos y me gritó también, me dijo que eso estaba mal, que sólo debía besar a chicas, me regañó como nunca lo había hecho, pero qué iba a saber yo. Olvidé todo y conseguí un nuevo amigo, quise besarlo también pero pensé en el regaño que recibiría por parte de mi papá y jamás lo hice. Me dediqué a besar chicas, quise mucho a una, Lisa, pero la besaba porque a ella le gustaba. Hasta que besé a otro amigo, Park Jimin, al igual que los otros había sido bueno conmigo, era tierno y me trataba bien, a parte de que era muy atractivo. 

NADA ES LO QUE PARECE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora