21. Por favor

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RAOUL

—Pues me alegro de que hayan ido tan bien las vacaciones, tío —dice Alfred sonriente con la taza aún en la mano— A Agoney también me ha parecido verle más contento desde que volvisteis —añade antes de darle un sorbo al café.

—Sí, puede ser —bajo la cabeza intentando ocultar una pequeña sonrisa.

—¿Y tus padres y tu hermano qué tal han estado con él estos días?

—Súper bien, en serio, se han llevado genial. Y a mi hermano ya le conoces, le ha faltado tiempo para chincharme —digo poniendo los ojos en blanco. Alfred se ríe y asiente.

—Le conozco —confirma— Jo, pues me alegro muchísimo de que haya salido todo tan bien, de verdad.

—Sí, y yo —sonrío recordando esta última semana.

—Y... bueno, ¿ahora qué?

—¿A qué te refieres? —pregunto recorriendo el resto de la cafetería con la mirada.

—No sé, ya sabes.

—A ver —suelto un pequeño suspiro— ahora... nada, ¿sabes? Ahora toca trabajar, la gira y esas cosas —el moreno me mira y asiente con la cabeza.

—Bueno, si lo tenéis claro los dos, pues genial, ¿no? —pregunta sin dejar de mirarme.

—Sí, claro —empiezo a asentir pero me paro— es genial... sí. Osea es lo que toca, ¿no? Así que bien, claro, creo que sí. No está mal, estamos contentos, es guay, supongo.

Alfred observa mi discurso callado mientras sigue tomando el café. Cuando ve que ya he acabado, deja la taza sobre la mesa y me mira.

—Pues lo que yo decía entonces, genial.

AGONEY

—¿Qué hacemos aquí?, ¿a dónde vamos? —pregunta Raoul por quinta vez.

—Tu confía en mí —digo mirándole de reojo con una sonrisa.

Me adelanto un poco y aparto las cosas que se encuentran delante de la puerta por la que tenemos que pasar.

—¿Vas a matarme y a abandonar mi cuerpo? —pregunta detrás de mí.

—Nunca me cansaré de decirte que eres idiota —digo terminando de apartar las cosas para dejar libre el paso. De repente unas manos me rodean la cintura por la espalda y la siguiente frase del rubio suena pegada a mi oreja.

—Y yo nunca me cansaré de oírtelo decir —me deja un beso en la nuca y me suelta— Bueno, entonces, ¿qué hacemos aquí?

—Ven, anda —digo tendiéndole una mano que no tarda nada en aceptar.

Abro la puerta y lo primero de lo que soy consciente es de la cantidad de luz que hay. Cuando mis ojos se adaptan a la claridad del sol, veo el cielo. Tiro de la mano de Raoul y hago que entremos completamente en la azotea.

—Guau —oigo que dice a mi lado. Me giro y le veo concentrado en las vistas que hay desde aquí— es increíble —dice en voz baja— Madre mía, ¿esto estaba aquí y no lo sabíamos?

—Sí —digo devolviendo mi vista al horizonte— lo encontré una de las noches en las que aún no habíais vuelto ninguno de vacaciones. Como me aburría, decidí dar una vuelta por el hotel y, no sé cómo, acabé aquí —digo mientras me encojo de hombros con una sonrisa.

—Pues es precioso —confirma.

—Sí, a veces solo hace falta saber dónde mirar —noto que asiente.

Nos quedamos un momento callados simplemente disfrutando del paisaje que tenemos delante, pero entonces me giro hacia él, pongo una mano en su hombro y sonrío.

Sing with me | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora