Sing with me | Ragoney

27. Rebelde

AGONEY

Yo soy rebelde
porque el mundo me ha hecho así,
porque nadie me ha tratado con amor
porque nadie me ha querido nunca oír.

Yo, soy rebelde
porque siempre sin razón,
me negaron todo aquello que pedí,
y me dieron solamente incomprensión.

Miércoles 23.
16:22h.

—Se llamaba David —dice Manu con la vista clavada en el movimiento de su cuchara mientras remueve el café—, en esa foto acababa de cumplir 18 años.

Trago saliva pesadamente mientras vuelvo a fijarme en el chico sonriente de la imagen que tengo entre las manos.

—Se parece a ti —consigo decir con un hilo de voz.

El pelo, la sonrisa, la forma de la mandíbula... sí, definitivamente se nota perfectamente su parentesco. Siento la presión de mi pecho aumentar al intentar imaginarme por qué me ha pedido venir a la cafetería del hotel para contarme esto.

—Sí —asiente levemente con la cabeza— Bueno, al menos eso decía todo el mundo —recuerda mientras suelta una pequeña risa que acaba en mueca, levanta por fin la vista de su taza y me deja ver sus ojos tristes— Era mi hermano, murió pocos meses después de tomarse esa fotografía.

—Lo siento muchísimo, Manu —digo cuando soy capaz de articular palabra.

Y tras eso, silencio, porque no sé qué más decir. Nunca me había hablado de su familia, así que yo simplemente supuse que no tendría mucha relación con ellos.

Asiente de nuevo con la cabeza y da un sorbo a su café, quizás buscando algo de tiempo para poder recomponerse antes de volver a hablar.

—Al parecer tenía muchos problemas, aunque nosotros no nos enteramos hasta tiempo después —lleva su vista al sobre de azúcar vacío que hay junto a su taza y empieza a jugar con él distraídamente mientras sigue hablando— A él le gustaba mucho bailar, y la verdad es que lo hacía muy bien. Desde luego, aunque nunca lo reconocí, él fue el que sacó el talento de los dos —aparta sus manos del sobre y se aclara la garganta antes de seguir—. Estuvo años yendo a clases de baile y... no sé, todo iba bien, normal. Siempre decía que su sueño era trabajar de eso, y podía haberlo hecho, en serio, no lo digo porque fuese mi hermano, tenía talento del de verdad. El problema llegó en mitad del instituto, cuando un día apareció de la mano de uno de sus compañeros —me remuevo en la silla incómodo y bajo la vista a mis manos— Yo por ese entonces ya había acabado el instituto y estaba en la universidad, así que, de lo poco que me enteré, fue por cosas que me contaba la gente que conocía de allí. Nunca tuvimos noticias de ningún profesor —dice amargamente mientras suelta un bufido—. Y resulta que a partir de ese momento todo había cambiado. Por lo que supe después, de repente a algunas personas les empezó a molestar todo lo que hacía mi hermano, incluso lo que antes les daba igual empezó a ser también un motivo más por el que meterse con él. Bailar, por ejemplo —frunce el ceño y empieza a negar con la cabeza frustrado—. No nos dimos ni cuenta —se lastima dejando caer los hombros en señal de derrota—. Dejó de bailar en casa y no nos dimos ni cuenta de que estaba pasando algo.

—Manu... —intento buscar las palabras correctas— es imposible que vosotros supierais...

—Ya, ya lo sé —me corta volviendo a mirarme—. Pero la culpabilidad no se va.

Me quedo callado porque creo que no existe una respuesta para eso, así que deslizo mi mano por la mesa y dejo un leve apretón en la suya tratando de mostrarle mi apoyo. Noto el agradecimiento en su mirada justo antes de que algo pase por su mente y le haga apartar la vista de nuevo.