8. El más fuerte

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RAOUL

—¡Raoul, espabila! —un trozo de pan impacta en mi cara y me hace volver a centrar la atención en la mesa.

Intento buscar al culpable, pero me resulta imposible porque están todos riéndose por igual.

—Déjalo Agoney, yo ya he empezado a asumir que pasa más tiempo en las nubes que por aquí —dice Alfred riéndose también.

Sonrío y niego con la cabeza porque sé que no puedo enfadarme con ninguno de los dos.

—Claro, y a él no le echas la bronca, no vale —me dice Ricky indignado.

—Es que él me ha lanzado un trozo de pan, tú me tiraste un vaso lleno de agua —respondo poniendo los ojos en blanco.

—¿Y qué iba a hacer sino? Te juro que antes de lanzarte el agua, te llamé como mínimo treinta veces. ¿A qué sí, Nerea?

—Bueno... Eso es verdad... —añade Nerea tímidamente.

—¿Pero tú de qué lado estás? —le pregunto intentando sonar lo más dramático posible.

—¡Oye, oye! Con Nere menos, ¿eh? —salta Juan Antonio.

—A Nerea le puedo decir lo que quiera, que para eso soy su padre.

—¡Eso sí que no! —interrumpe una voz canaria— Su padre soy yo, ¿a qué sí, chiquitina? —dice Agoney mirando a Nerea con dulzura, y yo no puedo evitar sonreír.

Nerea nos mira a ambos y pone una sonrisa que no augura nada bueno.

—Pues eso, que sois mis padres. Los dos —zanja con una amplia sonrisa en la cara.

Voy a replicar, pero miro a Agoney y lo veo riéndose. Se acerca a Nerea y la abraza. Y sus ojos. Siempre sus ojos. Brillan. Está feliz. Así que me muerdo la sonrisa y asiento, aceptando la mitad que me corresponde de esta improvisada paternidad.

Pasamos la tarde sin parar de trabajar, ya que esta noche toca el concierto de Vigo y tenemos que trabajar a contrarreloj.

La verdad es que me sigue pareciendo impresionante la capacidad que tienen de montar un escenario tan grande en cualquier espacio. Es increíble. Eligen hoteles pequeños a las afueras de las ciudades para poder alojarnos, y convierten todo su alrededor en una plataforma gigante con un escenario enorme y unas gradas con capacidad para miles de personas. Es realmente increíble.

Supongo que esto es lo que tiene ser un cantante tan famoso como Agoney, con un montón de promotores detrás.

Cuando nos queremos dar cuenta, ya ha llegado la hora del concierto.

Como siempre, el aforo se completa, y en menos de una hora, miles de ojos observan cada movimiento que hace el canario mientras se mueven al ritmo de su voz. De hecho, a mitad de concierto, me doy cuenta de que yo tampoco le he quitado los ojos de encima a Agoney en todo el tiempo.

Nunca me había parado a mirar tan bien sus actuaciones. Siempre lo había visto desde mis ojos críticos, además, antes no lo conocía como lo conozco ahora. Si es que se puede decir que lo conozco, pienso.

Sigo pensando lo mismo que en el anterior concierto, no se le ve disfrutar. Pero antes daba por hecho que era porque él pasaba de todo, y ahora que he podido conocerlo un poco más, eso no me encaja.

Es más, yo le he visto cantar de verdad. La otra noche, cuando se puso a llorar mientras cantaba, me puso los pelos de punta. Pude llegar a notar la tristeza que sentía él.

Así que la pregunta es: ¿por qué no disfruta igual en sus conciertos?, ¿por qué no transmite todo lo que sé que puede transmitir?

Me encantaría poder preguntárselo algún día.

Sing with me | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora