20. Despacio

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AGONEY

Dicen que las personas nos acostumbramos mucho más rápido a las cosas buenas que a las malas.

Y, en este caso, han bastado tres días. Tres días con sus dos noches. Estando tranquilo, sin presión, siendo yo, sintiéndome querido. Por él, por mí.

Lo primero de lo que soy consciente cuando me despierto es de que no estoy solo, que hay un brazo rodeando mi cintura, que mi frente descansa sobre algo que se mueve ligeramente al ritmo de una respiración, que entre mi pelo se cuelan pequeñas ráfagas de aire a ese mismo ritmo y que mis piernas están atrapadas entre otras.

Abro los ojos y dejo que mi vista se adapte a la poca luz que se cuela entre los huecos de la persiana.

Separo un poco la cabeza para poder mirar la cara del chico que tengo al lado. El chico que me ha hecho tan feliz estos días. Con el que ayer tuve mi primera cita, pienso mordiéndome la sonrisa.

Apoyo la cabeza en la almohada al lado de la suya y me permito observarle. Su pelo está caído hacia un lado y su cara expresa total tranquilidad mientras respira acompasadamente. Miro sus labios, levemente hinchados por el paso de la noche, y me entran ganas de tocarlos, o besarlos. Pero no quiero despertarle.

—Ago, deja de mirarme —la voz algo ronca de Raoul me sobresalta, veo que pone una sonrisa pero sigue con los ojos cerrados.

—No te estoy mirando —digo en voz baja sin dejar de hacerlo.

De repente, veo que abre un ojo, cierro los míos rápidamente y me pongo a contar hasta diez mentalmente antes de volver a abrirlos. Pero cuando voy por seis, el roce de su mano en mi mejilla hace que pierda la cuenta por completo.

Abro los ojos y me encuentro a Raoul con la cabeza apoyada en la almohada un poco más cerca de mí.

—Buenos días —dice con una sonrisa algo tímida.

—Buenos días —respondo sonriendo yo también, llevo mi mano a su pelo y me pongo a jugar con él— No me quiero ir, no quiero que llegue mañana —digo poniendo un puchero que hace reír a Raoul.

El brazo que aún rodea mi cintura hace presión y me acerca más a él.

—Yo tampoco quiero que te vayas —dice encajando su cara en mi cuello.

Nos quedamos así en silencio un momento hasta que Raoul abre los ojos de nuevo y vuelve a hablar, esta vez para hacer la pregunta que mi mente lleva tratando de obviar desde hace unos días.

—¿Qué va a pasar ahora, Ago? Cuando volvamos a la gira.

—No lo sé —digo sinceramente separando un poco la cabeza para poder mirarle mejor.

—¿Qué quieres? —pregunta sin apartar la vista de mis ojos.

—Quiero demasiadas cosas. Y de momento todo no puede ser —me mira callado.

—Sé que hay cosas que no quieres perder, y lo entiendo —dice bajando la vista.

Pienso sobre esto.

—En realidad... sí, supongo que el problema está ahí. Porque hay cosas que no quiero perder... —digo centrando mi vista en la mano que está jugando con su pelo, "cosas como tú", pienso— pero hay otras que no puedo perder. No después de tanto —asiente pero no dice nada, joder—. Tal vez más adelante... Yo qué sé, vaya mierda, perdona —bajo la cabeza, quito la mano de su pelo e intento soltarme del agarre que tiene sobre mi cintura pero, cuando voy a apartarme, lo afianza y me mantiene cerca.

—Ey, de acuerdo, tranquilo, lo haremos a tu manera, ¿vale? No te preocupes —levanto la cabeza y le miro.

No le merezco.

Sing with me | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora