21. El secreto de Killian

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—Bien. ¿Alguna duda de lo que vamos a hacer? —cuestioné impaciente marcando ritmo con un pie y ajustándome las gafas de sol por encima de la cabeza.

Connor levantó la mano lentamente con timidez, tal si estuviéramos en una clase. Me sostuve de la cintura y levanté una ceja, esperando que hablara.

—¿Puedes repetir el plan de nuevo? Me perdí en la parte que dijiste "Hola monos, tenemos una misión" —me imitó con un tono de voz chillón, acomodándose en la almohada encima de la cual estaba sentado.

—¡Fue al principio! ¿Qué tienes en la cabeza Connor? —espeté irritada, él abrió la boca en un intento de contestar, pero lo fulminé con la mirada con tanta intensidad que se arrepintió—. Por favor, no respondas eso.

—Yo tengo una duda. ¿De dónde sacaste esas fotos? —interrogó Travis, observando curioso la pizarra detrás de mí. Me volteé examinando el pizarrón negro repleto de fotos pegadas de mi hermano, anotaciones y documentación importante del caso.

—¿Y por qué dice 2 tomates, 3 huevos...? —agregó Evan trazando una mueca de confusión y achinando los ojos con la intención de leer mejor la letra pequeña.

De reojo, me fijé a que se refería y arranqué el papel en seco, haciéndolo un bollo arrugado y escondiéndolo en el bolsillo trasero de mi pantalón con una risa nerviosa.

—Esa era la lista del supermercado —murmuré avergonzada, maldiciendo en el interior a mi mamá. Le había repetido mil veces que no bajara al sótano durante la investigación y que mucho menos dejara sus cosas en el lugar, ya tenía suficiente con Killian merodeando por la casa y sospechando por mis actos extraños—. ¡Concentración! ¡Killian está ocultando un gran secreto! ¡Y estamos reunidos aquí con el objetivo de descubrir de qué se trata!

Los chicos intercambiaron ojeadas discretas, frunciendo el ceño y moviendo los labios en silencio, musitando que estaba loca. En otra ocasión, los hubiera echado a patadas, no obstante, los necesitaba.

—Sabemos que va a salir de la casa porque se ha bañado, y todos sabemos, nunca se baña. Además, un testigo nos ha confirmado que se compró una colonia de perfume. Sospechoso. ¿No les parece? —agregué, levantando una ceja y paseándome de un lado a otro frente a ellos. No iba a aclarar que mi papá me proporcionó el dato con la base poco firme de haber revisado en un ticket de compra tirado en la habitación de mi hermano.

—Eso es grave —susurró concentrado Connor, rebuscando en su bolso hasta encontrar una bolsa de frituras, abriéndola y llevándose un par a su boca, como si estuviera viendo un canal de chimento. El ruido molesto del envoltorio provocó una mirada asesina—. Vale, lo guardo.

Dándome unos segundos de mentalización, continué con la estrategia que no había descrito antes.

—Les pedí que vengan con ropa negra por una razón; no queremos ser identificados. Como grupo queremos agradecerle a Evan por no prestarme atención y venir con unas zapatillas flúor —comenté, tomando una regla que se encontraba apoyada en la mesada y apuntando al incriminado, quién levantaba los brazos en defensa propia, intentando demostrar su inocencia—. Si se estropea, será toda culpa.

—Sabes que como es de día... El negro va a llamar la atención. ¿Verdad? —preguntó Travis retraídamente, posando una mano en su barbilla y rascándose.

—No necesitamos tus consejos de sabelotodo Travis —contesté arrugando la nariz en su dirección, los dos restantes me copiaron.

—Si Travis. ¿Te crees más inteligente por estar usando lentes de descanso? —inquirió Connor, pegándole un manotazo y arrebatándole las gafas.

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