27. Perdidos en el bosque

1.1K 127 23
                                    

Abrí los ojos de golpe, apretando los dientes y removiéndome en el saco de dormir que reposaba en el piso frío de la tienda de acampar. La pantorrilla todavía me ardía un poco, incluso bajo las vendas y todo el ungüento que llevaba, me había quemado con la fogata casi apenas llegar. Solté un quejido bajo y me reincorporé, deslizando las piernas fuera de las frazadas y gateando hasta la mochila en el otro extremo de la diminuta carpa.

Uh. Creo que pisé algo del cuerpo de June.

Abrí el bolso y rebusqué por unos segundos, encontrando lo que tanto buscaba; el celular. Prendiendo el flash, alumbré a mi amiga que despegó tan sólo un párpado con vagancia e insultando adormilada.

—June, tengo que ir al baño —confesé sin obtener ninguna respuesta en castellano. La zarandeé suave y volví a repetir el pedido, sin embargo, June me maldijo y me dio la espalda, acomodándose de nuevo.

—¿Quieres que te limpie? Estás grande para ir sola —susurró aplastándose contra la almohada y haciendo un gesto de que me fuera rápido.

Muy buena amiga, gracias por tanto.

Soltando un gruñido, volví a la mochila, de la cual saqué una linterna y papel higiénico. Guardé el móvil, poniéndome las zapatillas con la luz de la linterna que sujetaba con la boca. Luego, me arrastré a la salida con dedicación de patear a June en varias ocasiones, llegando a la misma y deslizando el cierre.

Me asomé, revisando ambos lados y escabulléndome fuera; estaba fresco y oscuro a pesar de la poca iluminación de un par de estrellas locas y la luna. Largué la caminata hacia el bosque, introduciéndome entre dos árboles y alejándome de la civilización, atenta de no tropezar con la gran cantidad de piedras y ramas caídas. Al llegar a una parte lejana, pude hacer el ansiado llamado a la naturaleza.

Ya lista, me arreglé y volví a emprender la vuelta. Di un par de pasos cuando escuché un ruido extraño, como si algo viajara entre las hojas secas. Giré el rostro extrañada, horrorizándome lento al ver una serpiente prácticamente saludándome a unos escasos pasos.

Chillé agudo, comenzando a correr en la dirección contraria sin importar nada, soltando la linterna durante el proceso e ignorando las gigantescas raíces que nacían del suelo. Para dar por finalizada la carrera, me llevé uno de los dichosos brotes por delante, cayendo redondita al piso.

—¿Estás bien? —interrogó seria una voz, una luz me alumbró y me tuve que cubrir con el antebrazo por la intensidad—. ¿Penny? Dime que estás consciente.

—Lastimosamente, lo estoy —contesté adolorida, levantando el torso y apoyándome en las manos con un gimoteo de sufrimiento. Alexander me observaba alerta, sosteniendo mi linterna, que tal vez había recogido después del miserable derrumbe y recayendo en una de mis piernas—. Creo que me doblé el tobillo del pie sano.

—¿Estás hablando en serio? ¿No puedes caminar? —inquirió casi en un lamento, poniéndose en cuchillas y analizándome de cerca. Negué con la cabeza, tratando de moverme con una mueca dolor—. Podría ser un esguince. ¿Por qué todo te ocurre a ti?

Señaló la quemadura y me encogí de hombros leve.

Yo también me lo cuestionaba. ¿Qué había hecho en mi vida pasada para tener tanta mala suerte?

—Ven —murmuró Alexander. Se acercó, tomándome de la cintura y apoyándome en su hombro, alzándome con temor. Lo rodeé por los hombros, cargando el peso en él y ayudándome a pararme—. Te llevaré al campamento de nuevo... Sólo hay que averiguar por dónde era.

—¿Y dónde era? —pregunté en un cuchicheo, examinando los árboles próximos que, siendo sincera, eran todos iguales—. Bien, yo te sigo.

Alcancé a ver que rodaba los ojos, encaminándose de vuelta a donde se suponía que estaba el resto de las tiendas y alumbrando. Alexander avanzaba gradualmente, esperando que me adelantara cada tanto. Bueno, no me podía culpar, ninguna de las piernas me andaba de forma correcta.

UncoverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora