19. Un retorno inesperado

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Un buen día. Tres palabras alcanzaban a describir como me estaba yendo, sorprendentemente, todo iba bien. En la tranquilidad de la mañana, me di cuenta lo cansada que estaba de fingir ser otra persona, robar cosas, ocultar cuerpos y de participar de obras de teatro con besos inesperados, estaba cansada.

La imagen de Alexander con una sonrisa maliciosa se me cruzaba por la mente cada tanto, detalle irónico ya que casi nunca reía, funcionaba como un recuerdo fresco de que no podía confiar en él, de que no debía pasar tiempo a su lado y mucho menos disfrutarlo, porque a veces me olvidaba que me podía acabar de un sólo click, con una simple publicación en su página del periódico escolar.

De todas formas, veamos el lado positivo, el día de hoy no me podía ir mejor, había llegado temprano ya que Killian había conducido el auto de papá, nadie me había retado, ni siquiera la vieja que tanto me odiaba, June estaba de buen humor incluso con su ruptura misteriosa superada, y, por último, había ganado varias apuestas con el director, por poco me ganaba su puesto en el instituto, mas que se retractó diciendo que era intransferible, todo un cobarde.

Caminé por los pasillos en busca de la clase de química, aprobé el examen de la última vez porque le rogué a la profesora que me subiera un par de puntos mientras Alexander pedía que por favor detuviera las tutorías, el resultado era que debía seguir asistiendo sin ninguna falta.

Abrí la puerta del salón y me dirigí a mi asiento habitual, tarareando suave una canción y me paralicé al encontrarme con una pequeña -o no tanto- sorpresa; una chica de cabello rubio con mechas rosadas, ojos verdosos, nariz pequeña y labios finos me examinaba atenta. No la vi en mi vida.

—Eh, disculpa —comencé incomoda, chasqueando la lengua y dejando la mochila sobre el respaldar de la silla—. Estás en mi lugar.

—Teóricamente... Es suyo —me corrigió Alexander, levantando la vista de su cuaderno y echándose atrás.

—¿Le pediste a la profesora que nos cambiara de lugar? —cuestioné indignada, con la boca entreabierta sin terminar de creerlo, ambos se quedaron en silencio e intercambiaron miradas—. No tenías derecho. ¿Y si tengo algún problema de visión o audición? ¿Y si me convenía sentarme aquí?

—¿Lo tienes? —preguntó levantando la ceja izquierda, ya sabía la respuesta.

—No, pero ese no es el punto, debes consultarme este tipo de co...

—Espera, me gustaría presentarme —me interrumpió la chica, la contemplé molesta y me crucé de brazos, esperando que continuara—. Me llamo Becca Jones. ¿Te suena?

Vibré los labios con indiferencia, desviando la mirada al otro lado de la habitación. Al percatarme de lo que había oído, abrí los ojos como platos y me giré a ella, parpadeando un par de veces. Becca dedicó una sonrisa malvada.

Saben lo que dicen, las mentiras tienen patas cortas, pero las mías ni siquiera tenían patas, no poseían ni base, no me duraban ni tres minutos antes de que algo nuevo sucediera.

—¡Becca! ¡Por supuesto! ¡Tanto tiempo! ¡Estás tan cambiada! ¡Tu pelo! —Alexander ladeó la cabeza, confundido y Becca se vio divertida por la situación—. ¿No deberías estar en Tokio? ¿A un continente de distancia? ¿Con tu novio? ¿Cómo era que se llamaba? ¿Tony?

Solté todo con rapidez, riendo leve y rezando en mi interior que continuara el juego, a pesar de lo caro que me iba a salir.

—Se llama Brandon y me fue genial, sabes, hasta la parte en que me desperté sola en un hotel, me dejó por una japonesa. ¿Puedes creerlo? Malditas asiáticas de piel de porcelana, las detesto —contestó divisando un punto invisible de la pared—. ¿Y cómo está el chico que te gustaba? La última vez me dijiste que estaban teniendo problemas con...

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