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06 de enero de 2015
Por supuesto que no me arrepiento de hablar contigo. Fue sin duda lo mejor que me ha pasado hasta ahora.
Me gusta mucho poder tomar tus cartas en mis manos y ver tu caligrafía. Es muy bonita, por cierto. Creo que no te lo había dicho.
Nunca había estado tan nerviosa de entablar una conversación como cuando hablo contigo todos los días. Sigue siendo emocionante para mí.
Disfruto mucho de hacerlo.
Y tienes razón; mis flores favoritas no son las rosas. Son los claveles. Me gustan mucho. ¿Por qué lo preguntas?
Rose.
Me gusta hablar contigo. Es la mejor parte de mi día. Sé que te lo digo siempre pero simplemente no lo comprendo aún.
Y, anotado, los claveles son tus favoritos.
S.A.
Shawn cerró su laptop y puso su espalda sobre el respaldo negro de su silla. Soltó un largo suspiro y se levantó. Tomó la alcancía en forma del banco de Gringotts que su padre le había regalado años atrás y comenzó a contar el dinero dentro de ella.
50 dólares.
─Demonios ─murmuró para sí mismo.
07 de enero de 2015
─¿Cómo estuvo tu día, papá? ─saludó Shawn a Manuel y se sentó en el brazo del sofá. ─¿Cuánto dinero quieres? ─preguntó directamente, a lo que su hijo actuó ofendido. ─¿Por qué piensas eso? ¿Acaso no puedo ser un buen hijo y preguntar por tu día?
Manny lo miró levantando las cejas y Shawn hizo un puchero como señal de rendición.
─¿50? ─¿Quieres comprar una mansión acaso? ─cuestionó su padre riendo nervioso. ─De verdad, hijo, ¿qué quieres?
El canadiense se mordió labio y sus mejillas tornaron un color carmesí. Su padre lo comprendió todo al instante.
─¿Es para aquella chica de la que tanto hablas? ─sus mejillas se volvieron aún más rosas. Shawn asintió con la cabeza. El portugués sacó 70 dólares de su cartera para dárselos a su hijo. ─¡Gracias, papá! ─exclamó y tomó los billetes que su padre extendía. ─Anda, ve por ello. ─le dijo sonriente. Shawn recogió las llaves de su auto. ─¡Lleva tu chaqueta, está helando afuera!
