1º P A S A D O S

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     Mamá nos dejó hace ya más de tres años. Todavía recuerdo sus palabras, las mismas que se llevaron su voz para siempre ‹‹Sé feliz pase lo que pase, cariño mío›› Después de aquello nunca más tuve la fuerza para intentar recordarla, no hasta ahora, no hasta que la soledad me está alejando del pálido amor que aun mi padre me puede brindar.

     Las palabras entre él y yo se desvanecen a medida en que las horas pasan, a medida en que las sílabas se dispersan entre nosotros. No lo puedo evitar por más que quiera, lo he intentado, he intentado hablar con él sin sentirme vacía e incomprendida, pero se me es imposible. Siento que permanece aún el recuerdo de la vida de mamá. Me siento esparcida y a la vez cohibida. Estoy muriendo a cada minuto en que respiro y mí alrededor lo nota. Sin embargo papá no lo hace y a mis hermanos les da igual.

     Hace unos cuantos meses, después de la perdida de mi madre, me diagnosticaron Acromatopsia, una enfermedad que no te permite divisar los colores más allá de una escala muy pequeña llena de grises y blanquecinos negros. Su mal se ha ido extendiendo y cada vez veo menos, cada vez mi mundo se llena de tormentas de sombras y aluviones de blancura inexplicable.

     Tengo los pies cansados de intentar seguir a lo que queda de mi familia, de intentar hacerlos entender que no me sucede nada. Mis manos ya no quieren estar más en este infierno, tan solo quisiera arrancarme los ojos, tal vez así aliviara el dolor que tanto siento en mi interior.

     Pese a esto cabe decir que mis pupilas se estaban agotando por la luz del ordenador, no obstante debo terminar el trabajo de ciencias antes de que la luna se oculte por completo. Puede que mis hermanos se enfaden conmigo a causa de interrumpir su grandiosa caza.

     Ellos suelen ser muy poco sutiles a la hora de traer sus presas a la mesa, por increíble que suene, preferiría haber tenido una vida normal como todos los demás. Hay miles de chicos en mi instituto que parecen tan felices, me imagino una vida tan perfecta como la de ellos, me encantaría tener una parecida. Aunque sea solo una vez.

     En cambio yo, yo tengo que lidiar con una rara manada de licántropos. Y aunque la suerte estuvo de mi lado al quitarme sus genes y dejarme siendo completamente humana, creo que se olvidó de ellos.

     Y entre tantos pensamientos, escuché como el timbre de mi teléfono sonaba alrededor, debajo de mis sabanas para ser más exactos, me causaba intriga el peculiar ruido.

    Me tiré a mi cama en busca de un descanso medido, no quería tener que estar en apuros mañana; y rebuscando entre ellas, logré hallar el molesto chirrido. Debía cambiarle el timbre y lo debía hacer ya, sino causaría una incomodidad de la que nunca me acostumbraría.

     Miré despreocupada por el intenso brillo y me dispuse a contestar, sin embargo en la pantalla no había registro ¿Quién sería?

   ―¿Sí? ¿Quién es? ―pregunté esperando respuesta, mientras una curiosidad hacía que mis ojos se fijaran fuera de la ventana, quizás mi padre y hermanos estarían por llegar.

SOMBRAS INMORTALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora