28º T O M O II · Q U E B R A N T O S

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Las rosas fulguraban de rocío entre pétalos, entre seguros rojizos que mis ojos no podían divisar, pero que mi alma si era capaz de notar, que mi imaginación a través de la noche convenía la idea de ver aquellos tonos. Mis pasos eran ligeros, guiados por el viendo cantor y las luciérnagas que iluminaban mi paso hacia casa. El césped relucía la sombra de las estrellas en el firmamento y mis ganas por llegar lejos, se extendían en cada respiran, en cada mirar donde el presente se alejaba de mí.

La voz de mamá llamó mi atención y corriendo entre sueños fugaces, logré llegar por fin. Su recuerdo aún permanecía en mi mente y aquel instante, la tormenta pareció cesar. Los truenos caían como rayos de luz a pesar de la velocidad en la que mis cabellos se movían y el aire soplaba. Corría tras de ella, corría la aquel sentimiento que solo podía percibir a su lado y sin querer permanecía allí para siempre. Aunque el instante solo se convirtió en segundos.

―¿Por qué no ayudas a Alex a colocar la mesa? ―su voz sonaba igual de maternal que la última vez en que mis oídos captaron aquella melodía de ritmos pares y agradables.

Mis pasos resonaba entre la madera del sueño y las ganas de encontrarlo liberaron latidos, corrí tras la verdad, corrí entre las ilusiones, logré encontrarlo. Mis manos eran débiles, no poseía valentía, no era capaz, pero él me hizo intentar. Caí, me sumergí entre la idea de que podría y así fue, paso a paso, un pequeño peón se lograba mover.

La sinfonía que oí, la musicalidad que reino en la sala, la pequeña pieza de papá al cantar y al traer de vuelta entre sueños a Ryan, mientras Jack se erguía y Tim ni siquiera aprendía a gatear. Sentía amor, sentí cariño, me sentía protegida, auxiliada, nunca más necesitaría una brújula, mi propio destino se pintaba aquí a mi lado.

Un atisbo de atención hipnotizó mis sentidos, paso por paso el peón seguía andando, el tablero temblaba a causa de su presión. Se acercaba a un cuadro, un cuadro donde la luna entristecida brillaba con dolor, donde los astros nunca más volvieron a hablar, donde la noche brilló de otro intenso color. Mis manos se extendieron intentando tocar aquel cuadro, mis pensamientos huían de mí y solo existían preguntas en su lugar, no sabía que hacer, no sabría si lograría preguntar, las palabras nunca se convirtieron en mis aliados, en lugar de ello, solo la mudez me gobernaba, como preguntar cuando la voz ni siquiera me podía comunicar, como hablar cuando lo único que salía de mí eran gritos por alcanza una respuesta.

Miradas, susurros, murmureos y una sombra detrás de mí. Mamá miraba con cariño y comprensión encada uno de mis actos vistos.

―La luna roja, un verdadero espectáculo ―su ojos se ensombrecieron, el temor me condenó y el miedo se liberó entre mis venas, respiraba con tan solo esperar alguna repuesta, pero las suyas solo se mantenían en silencio y cuando pensé que el silencio me consumiría, volvió a hablar―: Espero que nunca la veas, no es para ti y mucho menos para mi familia. Adiós pequeña mía. Es hora de que te olvides de mí, cumplí con esto. Solo recuerda, te amo con todo mi corazón, bella mía.

SOMBRAS INMORTALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora