23º P E S A D I L L A S

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Cameron.

Ella no merecía presenciar aquello. No sería capaz de superarlo nunca y por toda la eternidad me sentiría culpable. Sus ojos, esos luceros que siempre habían brillado para mí ahora relucían gracias al temor y a la sorpresa que le causó el encuentro. Debí haber sido más cuidadoso. No lo sé, evitar cazar ese día, pero la sed, la injusta sed que me controla. Me obligó a alimentarme.

Temí por ella, por un momento pensé que no la volvería a ver, cinco vampiros hambrientos acechando a su presa, podrían haber cambiado de objetivo. No sabía qué hacer, mi cuerpo estaba paralizado como si hubieran usado mi propio don en mi contra. Por una vez en mi vida sentí la verdadera desesperación, la angustia de mantener el orden, pero no pude, las piezas de mi propio ajedrez, la reina descubrió la crueldad del rey, y huyó.

El rey lamentó lo que era, el rey quería morir, no ser lo que es, quería desaparecer su sed, conseguir nuevamente su humanidad, pero le era imposible, le era imposible porque ella ya no lo quería. Debería luchar, debería seguir adelante, pero el camino se complicaba sin ella, no podía dar ningún paso, el tablero temblaba.

No lo sabía con exactitud, pero en toda su eternidad, esta había sido la primera vez que sintió un latido, un latido en su corazón de hielo, un latido en el fondo de su sed, en lo más profundo de su alma sepulcral y no, no se rendiría, tendría que ir a por ella, tendría que ir a por aquello que siempre lo mantuvo con vida desde el momento que la conoció.

Correría, volaría, pero... no renunciaría hasta que su reina decida dejarlo.

Elif.

La noche iluminaba aquellos sueños corruptos, aquellas oportunidades para querer con toda tu alma despertar, huir de las ilusiones que solo hacen más daño a la herida que ya sangra. Intentas escapar de las sombras, cuando ellas son las que lo hacen de ti, sin querer descubres que en realidad tu eres la verdadera amenaza. Tú misma encuentras la razón de todo, la idea por fin se aclara, por fin se abre a tus ojos y libera lo que esconde, no hay más que temor. La batalla es contra ti misma.

Esos colmillos relucientes alzándose sobre todo el panorama. La realidad chocando hasta destrozarme por dentro. Quise volver a verlos, decirles que todo estaba bien, que no habría nada de lo que preocuparse, que estaba perfectamente y sin algún problema mental. Pero no era capaz de soltar ninguna palabra. Los huesos temblaban y los dientes tiritaban, moría por dentro y sin saberlo aún estaba respirando, aun la mente me estaba recordando aquello que juré olvidar, aquello que jamás quise volver a ver.

El tiempo había sido mi mejor amigo cuando menos lo pensé. Aquel día mis hermanos no entendieron mi reacción, sus rostros brillaban de incomprensión y aunque uno de ellos me había encontrado, no pudo observar lo que mis ojos sí. Me sentía culpable. Por alguna razón no lograba comprender mis actos, intentaba dar marcha atrás, evitar aquel lugar y negarme miles de veces a ir de caza.

SOMBRAS INMORTALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora