14º F É N I X · D E · H I E L O

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La existencia se hacía relativamente fácil al no pensar en qué tal vez mi vida cambiaría. Esa noche las luces parpadearon más fuerte de lo normal, la respiración se agitaba y volaba en las nubes. Mi alma se estremecía y los escalofríos reclamaban mi piel en pos de venganza. La vida se había reducido a una milésima de segundo, los recuerdos pasaban, así como las horas, los días, los meses. Lo hacían sin presenciar el atroz dolor que causaban a su paso desinteresado.

Aún mantengo el recuerdo vivo en mi mente, incapaz de yo misma dejarlo ir. Aún la desesperación me embarga, aún el miedo recorre mis venas llevándose el oxígeno y asfixiándome a cada minuto que mis pasos retroceden de la escena, había perdido la vida o quizás algo más importante que mi propio bienestar, había perdido a una amiga, una compañera de infancia y el recuerdo de las escenas no ayudaban en nada.

―¡Elif! ―su voz dejaba tormentas a su paso.

Los huesos se estremecían, los temblores daban paso a la interminable inseguridad con la que estaba dotada. Mi mente rondaba las heridas sangrantes, mi corazón latía con la fuerza de una tempestad, llevándose los atisbos de razón, sellando los restos de mi voz.

Había despertado sin el mayor interés de hacerlo, en mis sueños permanecía en tranquilidad, en silencio

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Había despertado sin el mayor interés de hacerlo, en mis sueños permanecía en tranquilidad, en silencio. Todavía el sufrimiento recorría mis recuerdos, causando escalofríos y colapsos de a pocos. Las imágenes se difundían sin misericordia alguna. Esa noche había elevado mis nervios hasta los extremos, aun hería su partida, aun me hacía falta su destino cruel.

Las sabanas estuvieron acorralándome toda la noche, impartiendo pesadillas tras el intento de descansar. No daba ni la menor señal de que mis pulmones aún me mantenían con vida. Esa tenebrosidad había impartido una muerte lenta en mi interior, asegurándose de que en el exterior incluso pareciera que estaba inhalando.

Mi reminiscencia todavía evocaba las facciones de ellos. Frías, moreteadas, inescrutables. Aunque no lo quisiera, la decisión fue una completa equivocación.

Veía como el mismo desastre tomaba las vidas de mis compañeros, separándolas de la realidad, anulando sus sentidos, llevándose sus almas, exigiendo la fuerza que consumían para mantenerse en pie. Sus manos temblaban y la voz se entrecortaba entre sollozos y estruendos de rabia.

SOMBRAS INMORTALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora