18º E L · T R A T O

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Al día siguiente, amanecí nuevamente en la habitación de Cameron. Todavía me causaba un poco de peculiaridad la situación de mi presente. Él un vampiro, reteniendo sus instintos al tenerme cerca. Elif hermana e hija de hombres lobos, reteniendo la verdad el máximo tiempo posible. Si bien no podía negarlo, lo que sabía ahora conllevó a una gran colisión contra la realidad en el pasado. No estaba totalmente segura si podría reponerme en general.

Mi juego de ajedrez contra la vida, estaba acarreando a todos mis peones. Los pilares estaban por estremecerse. Cada movimiento un golpe decisivo, cada inclinación una razón para orar. Sin embargo la balanza no estaba equilibrada, cada vez sus poderes me perseguían, me controlaban. Seguía avanzando ante los colmillos de un fiero ser, el mismo que sirve ante los pies de una vida eterna.

¿Llegaría la escarlata a pintar la inmaculada tela? ¿Llegaría a desgarrar mis tendones de dolor y placer? ¿Conseguiría dejar de respirar? ¿Conseguiría aguantar esta tormenta? No, no lo sabía, aún no.

Giré en torno a la ventana de mi costado. Vivian un estilo de existencia igual a mío, infundidos ante el inmenso y silencioso soto. La luz fulguraba rasgando delicadamente las sombras de la noche, la misma que cegaba mis ojos y presentaba un nuevo día.

La noche anterior había visto a mis hermanos ir en contra de mis pasos. No sabía quienes estuvieron tras mi rastro, ni la razón por la que Connor gritó. Pero mantengo en mis recuerdos la desesperación, en mis venas la adrenalina y la sorpresa en mis espasmos, nada realmente apacible. Ellos estarían intentando hallarme, debía irme cuanto antes de este lugar.

Me levante de prisa sin esperar aquella reacción que rompería esquemas. Un grito de dolor se extendió por toda la casa, los huesos chocaron unos con otros, mi respiración se agitó y alguien entró deprisa.

―Espera un poco más ―su voz se salvaguardaba dulce y delicada―. Es muy pronto para que te levantes. Mañana podrás irte a casa, si es que no te mueves...

―¿Cuánto he dormido? ―pregunté sintiéndome irreconocible. El sueño jugaba sucio algunas veces.

―Un día desde aquella madrugada ―sonrió viendo mi expresión precipitada y sorpresiva―. No te preocupes, tus parientes aún están lejos de casa ―su tono cambió sombríamente―. Aún siguen buscándolos...

―¿Sabes quiénes fueron...? ―la curiosidad estaba colmando mi paciencia.

―Solo conocemos su naturaleza.

―¿Y bien? ―lo miré fijamente―. ¿Qué son?

―Vampiros.

―¿Por qué vendrían a por mí?

―Creo que tengo una peligrosa idea, pero no es una alternativa directamente eficiente. Es más, seguro que estoy delirando.

―Será mejor que cuentes todo lo que sabes o supones ―mi voz se tornó cortante―. Aquellos que intentaron atraparme, por alguna razón impacientaron a mi padre y llevaron a mis hermanos a una desencadenada serie de adrenalina.

SOMBRAS INMORTALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora