Caminaba despacio, esperando que la luz de los faroles a la orilla de la acera, no me abandonaran. Sentía que estaba caminando en círculos, buscando algo en especial mientras mi mente se liberaba mostrándome las diversas alternativas con las que pudiera saciar mi increíble sed de verdad. Sin embargo ninguna sirvió.
No tardo mucho tiempo para que la lluvia se presentara, despeinando mis cabellos y mojando mi vestido. No tenía frío alguno, por alguna extraña razón, había perdido todo rastro de calor al haber bailado con aquella persona. Era como sentir que te habían arrebatado la temperatura, respirando a medias, oyendo de a pocos, caminando torpe y jorobadamente.
―Esto no puede empeorar... ―bufé mientras alcé la mirada en busca de alguna estrella que me recordara que no estaba sola, pero ninguna apreció en todo el basto y oscuro firmamento.
Me apresuré dejando atrás nuevamente la civilización, ahora miraba de lejos y de a pocos, a la comisaría, el instituto, las casas. Eso demostraba lo cerca que estaba por llegar a casa.
Grandes árboles con imagen imponente, dejaban que sus hojas jugaran bravamente junto a la corriente de aire, haciendo un sonido de fondo un tanto tranquilo y sosegador. Caminé despacio entre la oscuridad, mi mundo nunca antes se había pintado tanto de negro, a pesar de mi enfermedad, nunca me había percatado el gran pigmento azabache con el que dotaba la noche. Ni siquiera me sentía completamente segura al poder estar en peligro de una caída, debía ir con cautela. Pues desde que nací, mis días no conocieron la luz.
Me aventuré sin demasiada prisa, estaba segura que mi padre aun no llegaba, después de todo, su fiesta no acaba a las once, pero para mí, la mía, ya no tenía nada de especial. Entre los helechos que cruzaban mis rodillas con gran facilidad, logré observar las ventanas de mi hogar. Todas apagadas, sin nada especial por ver o saber. Avancé lo más rápido que pudieron mis pies, los pensamientos se estaban liberando antes de que mi almohada lograra escuchar y entré por la puerta principal.
Abrí la puerta, entré sin mucho esmero y dirigiéndome a la cocina, me senté, quizás a pensar, quizás a meditar, tal vez a olvidar.
Volví a mirar el reloj, pero esta vez el que estaba delante de mí, en una de las cuatro paredes de la cocina. Recosté mi rostro en una de mis manos que se sustentaba de la mesa y con el otro, rebusqué entre las fotos, que ya Chloe, había subido. Eso también quería decir que por supuesto se habría dado cuenta de mi mensaje, tambaleé un poco mi cabeza al saber el problema que tendría mañana en clases.
Levanté la mirada al ver casualmente la puerta de la cocina mal cerrada, mejor dicho, ni siquiera poseía llave ¿Quién se atrevería a salir a estas horas de la noche? Una curiosidad relució entre los recuerdos de hoy y rápidamente mis pies subieron hacia los cuartos de la planta superior.
Suspiré aliviada al contemplar como Alex dormía plácidamente, al parecer todo estaba bien y de seguro era una paranoia causada por la mala experiencia de hoy. Di media vuelta y dirigiéndome al cuarto del bebe, no hubo cambios, después al de Jack para luego dirigirme al de Ryan.
ESTÁS LEYENDO
SOMBRAS INMORTALES
VampireLa sangre corría por mis venas y de un momento a otro, lo hacía fuera de ellas. La habitación imaginaria estaba siendo tintada por el color carmesí, llamando a las bestias en busca de hallar mi muerte. Las lágrimas rozaban mis labios, mientras ellos...