27º A M E N A Z A

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La luz del hospital sacaba a relucir mis pocas ganas de mantenerme respirando. Incluso no creí lo que estaba sucediendo en estos instantes y sin importar el suceso, me sentía culpable. Culpable por aquel infortunio, por aquella mala decisión que tomó a causa de mis gritos y la actitud desinteresada por entender su punto de vista. Recordaba como mis palabras herían el doble de lo que las suyas lo hacían, como todo el veneno que había guardado en mi interior carcomía sus esperanzas de comentar su enfoque.

Quizás él tenía razón, tenía toda la razón. Tal vez solo buscaba ayudarme, ayudar del modo en que podía hacerlo, con la única oportunidad que atisbaron sus ojos, sin embargo ahora lo único que era capaz de divisar era las maquinas a las que estaba conectado, a las que ni siquiera él podía sentir a su alrededor.

―¿C-Cómo está? ―la señora Robinsson entraba acompañada de su esposo mientras sus ojos buscaban alguna respuesta en los míos. De repente las lágrimas estallaron antes de que pudiera acercarse lo suficiente como para no gritar de exasperación.

―N-No lo sé, nadie ha salido todavía ―agaché colocando mi cabeza entre mis rodillas, recogí mis cabellos y pensé en el tiempo que se habían tardado en la sala de operaciones―. No ha venido ningún doctor aún, no sé qué esta pasado y no...

―Calma Elif, esto no solucionara nada ―la voz de Landon intentaba consolarme.

―¡Claro que no! ¡Esto no va a solucionar nada! ―exclamó Enna llamando la atención desde el costado de él―. Primero Chloe y ahora él ¿Cuántos más necesita la estúpida muerte? ¿Eh?

―Enna, este es un hospital, guarda silencio. No queremos que nos traten de sacar a causa de tus gritos ―habló nuevamente él, intentando tranquilizarla.

Las lágrimas que brotaban desde nuestros rostros denotaban inseguridad e impotencia, impotencia de no haber podido advertirle, de no haberle podido pedir disculpas, de ser una de las razones por la cual su accidente resonó y estrelló mis pensamientos. Lágrimas que se convertían en tormentas, tormentas en ciclones, ciclones que no se apartarían hasta que destruyeran todo a su paso. Todo lo que quería, todo lo que un día había apreciado más que mi propia vida.

Asher había sufrido un accidente mientras iba manejando en su motocicleta, la misma que hace unos cuantos días ―cuando todavía el dolor me controlaba―, fuimos los dos a reparar. Su sonrisa resplandecía y aquellos cabellos jugueteaban contra la velocidad del viento. Ahora solo quedaban escombros de ese recuerdo, solo estelas de culpa y pena corrosiva.

El choque provocó la explosión del auto y consigo la moto. Llegó al hospital con quemaduras por todo el cuerpo, no sabría si sería capaz de verlo así, por eso ni siquiera logré acercarme a la ventanilla para preguntar por él, en lugar de mí fue Landon quien aún mantenía la calma a pesar de la sorpresiva noticia.

Aquellos ojos, aquellas esperanzas, aquellos rezos, aquellas luces y sueños entre declaraciones, el fuego incinerando vida y el sonido de su voz estridente dentro de mis pesadillas. No podría soportarlo y aunque la idea de su muerte relampagueaba mis huesos, trataría de evitarla a como diera lugar. Era una tontería, sabía que él sería lo suficientemente fuerte como para salir de esto, él podría hacerlo, confiaba en él, lo hacía de verdad. Y aunque la desesperación estaba haciendo estragos en mi respiración, seguiría aquí el tiempo que sea necesario, no me alejaría ni un segundo y las razones abundaban.

SOMBRAS INMORTALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora