Capítulo 8

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Era un día antes de la boda.

Namjoon y Jin no sabían lo que era el sentimiento llamado "nervios" hasta que vieron como el jardín era decorado por distintas flores y arreglos con aquella temática que habían elegido.

Ambos se dieron una mirada llena de nerviosismo pero a su vez amor, tomaron sus manos y dieron una risilla; cualquiera que lo viera en este momento podría decir lo tan enamorados que estaban uno con el otro. Namjoon acarició su mejilla con cuidado y pasó sus dedos por el suave cabello de Jin, con el corazón a punto de estallarle se acercó a él y le besó.

No pudo evitar pensar en aquél día cuando lo besó por primera vez, justo como ahora se sentía nervioso sin saber que tan bueno iban a resultar las cosas y sobre todo si Jin aceptaría estar toda una vida con él justo como lo deseaba.

Pero como justo como aquél día sabía que no necesitaba algo más para ser feliz y pleno en esta vida que solo estar a su lado.


Jimin los miraba desde su balcón, recordando lo felices que eran YoonGi y él, sin secretos de por medio. Suspiró y miró a la nada, sabía que las cosas no serían fáciles pero debía ser fuerte por ambos pues si no era así ¿Quién lo iba a mantener vivo en estas circunstancias? No tenía a YoonGi en cualquier momento, así que debía volver a tolerar estar lejos y vivir de recuerdos mientras se acercaba el próximo encuentro.

Jimin al ver como los padres de Jin entraban por aquél gran barandal se llenó de un recuerdo que creyó superado e incluso perdido.


º-º-º-º


Un pequeño niño de cabellos oscuros correteaba por un jardín prospero, lleno de todo tipo de flores y plantas puesto que era el mayor entretenimiento de aquél padre con cabellos rubios como el oro. El niño se encontraba descalzo, sintiendo como el césped se adentraba y a veces picaba en la suela de sus pequeños pies, disfrutando la brisa que le golpeaba fresca y en gran medida por la velocidad en la que se movía el niño.

-¡Jimin!.-El rubio dejó sus utensilios de jardinería a un lado y guardados para acercarse al pequeño Jimin.-Ven, creo que la comida está lista.-Sonrió haciendo que sus ojos desaparecieran casi por completo y sus mejillas hicieran más notoriedad.

Como si fuera magia Jimin se detuvo y corriendo fue al baño a lavarse sus manitas ante aquella tierra y suciedad.

Su padre rió ante semejante comportamiento digno de él.

-Vamos, debes tener hambre.

Jimin tomó un plato y cubiertos del trastero que estaba en la cocina y fue algo acelerado hasta el comedor en donde se sentó listo para recibir su tan deseada comida.

Su padre le dio su comida tan "esperada", era pollo con especias y papas al horno.

Jimin tan enseguida le fue entregado su plato comió con toda la rapidez del mundo pues tenía tanta hambre que podía devorar hasta la mesa de madera en la que se encontraban.

La casa era pequeña, de dos pisos y acogedora en lo que cabía pues no tenían el dinero suficiente para hacerla como quería. La mayoría de muebles eran de madera y tenía muchas cortinas y diferentes telas a lo largo de la sala y cocina, pero aún así había demasiada luz por las tantas ventanas que había sumando el hecho de que la casa estaba pintada por distintos tonos neutrales.

Cuando Jimin terminó miró a su padre.

-Papi, voy a lavarme mis manitas.

-Anda ve, pequeño.-Acarició sus cabellos y lo empujó levemente en dirección al baño, Jimin no tardó mucho y fue hasta su padre quien se encontraba en el fregadero.

Roses y;mDonde viven las historias. Descúbrelo ahora