Lo que hay que hacer

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No es que se me olvidase subir ayer el capitulo, es que se me olvidó que era lunes.

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Debido al mínimo inconveniente que era no poder recuperar su vida, Perry se vio obligado a pernoctar en la casa de su acérrimo enemigo.

—Mañana Vanessa vendrá a primera hora para desayunar antes de ir al centro comercial con sus amigas, haré tortitas. ¿Prefieres chocolate o caramelo? También hay arándanos. Es una pena que no sea la estación de los donkelberrys, hago una crema con ellos para las tortitas que es para volverse loco.

Perry siempre estaría maravillado con la capacidad del científico de darle importancia a los asuntos equivocados. Hace menos de dos horas le habían estado encañonando con una pistola en las sienes, un arma más que dispuesta a volarle los entresijos de la cabeza si se daba el caso. Ahora mismo si ir más lejos, estaba limpiándole los nudillos con un algodón empapado en alcohol despùes de haber hecho lo mismo con la herida de la frente. Sin embargo el doctor no paraba de hablar sobre recetas de desayuno y de la importancia de comprar las frutas en temporada.

Quizá si la O.S.A.C no le hubiese traicionado ahora estaría escribiendo un informe sobre esto.

Por unos segundos notó silencio y volvió en sí, Heinz le miraba ahora fijamente. Seguramente había notado que no le escuchaba.

—¿Sabes? no entiendo por que te molesta tanto ser humano. Piensalo, no has tenido que pasar por la pubertad. Nada de adolescencia, nada de infancia. Te has convertido en un ser humano adulto prácticamente perfecto sin tener que pasar por la parte horrenda.

No esperó a que Perry contestara, puso el algodón que había estado utilizando en la mesa y se levantó para meterse por una puerta que Perry reconoció como la del dormitorio del científico.

Escucho el sonido de abrir cajones y rebuscar en ellos. Poco después el hombre resurgió por la puerta con un cuadernito. Se lo ofreció a Perry abierto por una de las páginas del centro.

—Esta es la dirección personal y el número de la casa de Francis. Es tarde, pero eso nos da más posibilidades de que esté allí. Si no seguramente estará su hijo, el cual una vez vi con mi Vanessa haciéndose ojitos y desde entonces tengo muchísimas ganas de lanzarle un rayo y hacerle desaparecer. Todos ganamos.

Perry tomó la libreta, sintiendo un pinchazo de afecto hacía el hombre que tenía delante. Seguramente si no estuviese con él ya estaría en alguna comisaría, dando explicaciones con su voz quebrada e inestable.

Quizá no estaba todo perdido aquel día, quizá con un golpe de suerte podría estar esta noche durmiendo a los pies de la cama de sus chicos.

—¡¡¡RRRRRRRRRRRIIIIIIIIINGGGGGG!!!!

El timbre de la puerta sonó con desesperación y ambos se miraron sorprendidos.

—¿Quién diablos es ahora? ¿Otro canadiense agresivo?

—Yo abriré la puerta, papá.

Norm salió del armario de las escobas sin previo aviso y raudo abrió la puerta antes de que nadie pudiese decir nada más.

Un hombre apareció bajo el marco de la puerta, enmascarado por la ausencia de luz del pasillo, apoyando de forma desesperada su peso contra este para no caer. Dió un paso adelante, dejando ver como la camiseta blanca que llevaba estaba impregnada en sangre y tras las gafas oscuras que llevaba hubo un brillo de reconocimiento cuando sus ojos vieron a los dos hombres, que pasmados, aún se encontraban a medio camino entre el sillón y la puerta.

—Tienen...tienen a Miggs.

El hombre se desplomó hacia adelante y la sangre que impregnaba su camiseta comenzó a fluir libre por el suelo del recibidor.

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