Es un misterio

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Es prácticamente jueves, pero tengo una excusa. Este capitulo puede parecer corto pero es que no me ha quedado mas remedio que cortarlo hasta donde lo he dejado por que la"segunda parte no va ni por la mitad", así que por no dejaros tirados os traigo esta fracción y la promesa de que se os van a caer las bragas con el siguiente.

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Había música, esta era festiva y estridente y hacía que el inmenso dolor de cabeza que tenía bombeara en su cabeza de forma agresiva.

Abrió los ojos con dificultad, intentando enfocar la mirada en algún punto. Todo estaba demasiado borroso y ajeno, como si la imagen que le llegaba fuese más una película pixelada que la realidad.

—Nunca pensé que diría esto pero, ¿alguien puede decirle a María Carey que se calle?

La voz venía del lado izquierdo, y sonaba cansada por cómo arrastraba las palabras

—¿Papá? ¡Papá! estás despierto, ¿Cómo te encuentras?

Un poco más lejos sonó una voz femenina.

—¿Vanessa? Nein, nein, esto no está pasando, tú no estás aquí.

La primera voz farfulló como si las letras de la oración se le estuvieran escapando y no pudiera atraparlas.

—Papá, centrate, soy yo ¿Qué está pasando?

—Nein, nein, nein, mein fräulein, yo soy el padre aquí ¿Qué hacías tú en aquel antro? En cuanto deje de verte doble vas a estar castigada hasta la universidad.

¿Vanessa? Conocía a Vanessa, era la hija de....

HEINZ.

De pronto su mente empezó a llenarse de escenas rápidas e inconexas.

La discoteca y las luces estroboscópicas, el camarero extraño, el beso con el doctor, Peter peleando en el callejón, los chicos apareciendo en la escena.

Los chicos apareciendo en la escena.

Perry intentó levantarse, buscando a los chicos frenético. Algo que le tiraba de los brazos se lo impidió y notó por primera vez que estaba atado a la pared.

Miró a su alrededor, ya con la vista algo más enfocada. El lugar tenía todas las paredes pintadas de rojo, adornadas con dibujos enormes de duendes y muérdago.

La fábrica de la navidad de Danville, por supuesto, era un buen sitio para esconder algo. Nadie recordaba que aquel sitio existía en verano.

—Otro que se despierta.

La voz de su izquierda, Heinz, habló dirigiéndose a él y Perry le miró por primera vez desde que había abierto los ojos. Tenía un hematoma en la frente y un rastro de sangre seca que parecía venir desde el pelo. Obviamente no tenía buen aspecto.

—¿¡Perry!?

Alguien habló desde un poco más lejos y Perry reconoció instantáneamente la voz de Phineas.

Intentó moverse un poco y consiguió desplazarse lo mínimo para poder ver a Phineas. Este estaba atado a la pared, a lo que parecían ser unos bastones de caramelo de decoración.

Suspiró aliviado al ver que junto a él estaban Ferb y Candace.

—Estamos bien, pero si alguien nos aclara del todo que está pasando estaremos mejor.

Candace hablo agobiada mirándole de vuelta.

—Creo que nos han secuestrado unos duendes, cuando yo era un gnomo de jardín defendía mi hogar de brujas y duendes todas las noches. Debí traer mi barba.

—¿Papá?

—Creo que tiene una concusión, pero parece bastante lúcido a ratos, estará bien.

Esta vez la voz salió de la derecha y Perry se giró para ver que Peter estaba allí tambien atado, livido y con la cabeza gacha.

Perry sabía a ciencia cierta que si no estuviese atado le daría un puñetazo al panda, aquella situación era enteramente su culpa por hacer las cosas sin pensar.

La música cesó y se escucharon unas voces desconocidas.

—No tienes más remedio ¡HABLA!

—ANTES MUERTO.

—Ya te gustaría, tenemos al panda y a sus amigos. Habla o los muertos serán ellos.

—Si le haces algo a Peter te aseguro que todo lo que sé va a ser un completo misterio para siempre.

Las voces siguieron discutiendo de forma acalorada, parecían venir de una planta superior y Perry vió como el panda alzaba el rostro en aquella dirección mientras apretaba los dientes.

—¿Sabes? Esa voz y esa forma de hablar me recuerdan mucho a alguien— dijo Heinz balbuceando un poco —es igual que la de aquel tío de la máscara que intentó matarme en Seattle, el rey misterio.

¿Mascara? ¿Seattle? ¿El rey misterio?

Oh.

La piezas del puzzle hasta ahora tan difíciles de unir parecian ordenarse un poco.

El rey misterio, o como se hacía llamar realmente, Profesor Mystery, era el enemigo asignado de Peter el panda y se encontraba ahora mismo en el edificio discutiendo acaloradamente con sus captores.

Era extraño, hacía meses que Mystery había salido del radar de la O.S.A.C, había salido exactamente igual de la forma que había entrado en l programa de enemigos, sin siquiera dejar un nombre real o una dirección, rellenando con interrogantes todos los datos que no fuesen el alias.

Que Mystery estuviese allí solo podía significar dos cosas, y dado el ademán protector que acababa de demostrar por Peter dudaba mucho que estuviese compinchado con los captores como era la primera opción.

Perry miró a Peter y este asintió.

—Ese es Miggs, Miggs Ortega.

Haciendo contorsionismo con el brazo Peter consiguió acceder al borde del bolsillo de sus pantalones, con la punta de los dedos tiró de un cartón plastificado y este cayó al suelo.

Era un carnet de identidad, sellado en Seattle. En el, una foto frontal de la cara humana de Peter daba la bienvenida. Junto a esta los datos lo identificaban como "Peter Ortega".

Perry volvió a mirarle, con la boca abierta, percatandose de lo que todo aquello significaba.

—Creo que este momento es tan bueno como cualquier otro para que os diga lo que está ocurriendo aquí. Este documento de identidad tiene en gran parte la culpa de todo lo que está ocurriendo aquí.

A Perry le hubiese gustado que aquella situación no estuviese ocurriendo de aquella manera, le gustaría tener tiempo para regodearse de llevar razón y de hacer a Peter confesar. Pero estaba literalmente contra la pared en aquellos momentos.

—Agente P, tenías razón conmigo, os he engañado. Llevo mucho tiempo engañando a todo el mundo y sobretodo a la agencia. Llevo mucho tiempo usando esta apariencia humana.

Llevo mucho tiempo actuando mal y lo peor de todo es que no me arrepiento de nada.

El agente ornitorrinco gruñó, deseoso de poder hablar y darle un fragmento de sus pensamientos actuales al panda. Este le dedicó una mirada cargada de sentimiento.

—Ahora deja que aproveche que no puedes hablar una vez más, es hora de que cuente por que estamos en esta situación.

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