La mamá y el papá

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Mientras comían tranquilamente, siendo Marinette la única que iniciaba conversaciones, se le ocurrió una brillante idea de juego.

-¡Lo tengo! Ahora que estamos todos juntos, juguemos a la mamá y al papá, siendo Adrien nuestro hijo.

Propuso y Adrien palidecio mientras veía como su padre sonreía.

Hora de que Gabriel Agreste tomé venganza por las burlas anteriores.

-No tengo problema. - aclaró el diseñador mientras la azabache sonreía alegré y Adrien tragaba duró.

Por todo lo que quería, rogaba que su padre no le diga nada raro a su amiga que lo haga pasar vergüenza.

-Dime cariño ¿cómo estuvo la escuela?

Preguntó la ojiazul, mirando al rubio que miró a otro lado.

Debía fingir ser el hijo víctima.

-N-no muy bien, unos niños me molestan.

No había una mujer que no sienta lástima al oír a su "hijo" decir éso.

-¡No puede ser, Gabriel, mañana debés ir a hablar con la maestra! No voy a dejar que hieran a mi bebé.

Marinette se puso de pie y abrazo a Adrien el cual casi se ahoga al ser recostado en los pechos de ella.

¡¿No sabía lo que era sentido común?!

Gabriel sonrió y palpo la silla de la azabache, para que se siente.

-No te preocupes, amor, mañana iré... pero ¿no crees que deberías decirle algo a Adrien por no comer los pimientos de su comida? Él sólo te obedece a ti.

Marinette soltó a Adrien y se sentó para ver que lo que el hombre dijo, era verdad.

La azabache fruncio el ceño y se cruzó de brazos mientras veía al nervioso chico.

-Adrien Agreste, ¿por qué no comes todas tus verduras? - preguntó con tonto severo y el chico levantó la mirada para ver como ahora era su padre el que se contenía la risa.

Así que éso era el karma.

-P-pero Marinette, a mi no me gustan los pimientos verdes.

Marinette era una gran chica así que le iba a entender. Después de todo, uno siempre tiene una comida que no le gusta.

La azabache asintió mientras ponía un cinturón en la mesa.

-Te entiendo y respeto tu decisión.

-¡Por favor, para! ¡Esto es muy realista y me está dando miedo!

Aún recordaba cuando hizo una rabieta a la hora de comer y su madre dejó el cinturón sobre la mesa. Creyó que era una broma pero sus pompis recordaban que no lo fue.

Gabriel que estaba disfrutando al ver los viejos traumas de su hijo, decidió unirse.

-No, Adrien, debés comer toda tu comida por llamar a tu madre por su nombre, ése es tu castigo.

Marinette dio un chasquido de dedos y asintió.

-Es verdad, ése es tu castigo.

Adrien se tapó su sonrojado rostro, levemente.

¿Marinette se daba cuenta de lo que pedía?

Bueno, sólo debía decirlo una vez y ya, se acababa el juego y no iba a tener que comer ésas cosas (sí lo tendría que hacer de igual modo)

-P-por favor, mamita, no quiero comer...

Se detuvo al ver el tremendo sonrojo de Marinette mientras su padre veía a otro lado, para no ser visto riendo.

¡Éso era vergonzoso!

La azabache bajo la mirada y bebió un poco de jugo.

-Yo... lo siento... no me di cuenta.

De la mente de Marinette, JAMÁS se borraria la voz de Adrien llamandola mamita.

-No... no es nada.

Y Adrien odiaria los pimientos verdes por el resto de su vida.

-De igual modo... come toda tu comida o no te levantas de la mesa. - ordenó la avergonzada chica mientras él suspiraba derrotado.

¿Es raro extrañar un poco a Nathalie?

Ella al menos lo consentia en no hacerle comer lo que no le gustaba.

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