6. ¡Pesado!

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Me levanto de la cama muy temprano, a pesar de que Nathan había hecho mucha comida, quedé con hambre. Bajo las escaleras bostezando, enciendo la luz y abro la nevera, me inclino un poco para abrir la sección de frutas y vegetales, lo que ví me hizo pegar un brinco y eventualmente soltar un quejido por el golpe contra la mesa. Escuché como pasos fuertes llegaban a mí, su rostro se veía asustado, yo le señalé lo que había visto y el muy desgraciado soltó una carcajada.

 Escuché como pasos fuertes llegaban a mí, su rostro se veía asustado, yo le señalé lo que había visto y el muy desgraciado soltó una carcajada

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— ¡¿Tú hiciste eso?!

Había dejado una serpiente de juguete en medio del repollo, le tengo pavor a las serpiente, además, cualquiera hubiese hecho lo mismo que hice al ver eso.

— ¡Malditas bromas estúpidas! —dije realmente enfadado.

— Está bien, está bien, me pasé. No pensé que te asustaran tanto las serpientes —dijo encogiéndose.

— ¡Ese es el problema, no pensar lo que haces! —tengo un temperamento horrible.

— Cálmate, lo siento. —dijo sincero.

Quise gritarle más pero sé que me arrepentiré si sigo hablando mientras esté enojado.

— Como sea —volví a mí habitación y cerré con fuerza la puerta.

(...)

Varias veces tocó a mi puerta, creo que ya reflexionó lo que hizo. Me vestí hace dos horas, no pude volver a dormir y eso generó que mi mal humor no se fuera.

Me recuesto en el suelo, giro mi rostro buscando algo bueno, hasta que lo encontré.

Mi turno.

Después de tomar algo de dinero bajo las escaleras para finalmente salir, Nathan estaba sentado viendo televisión y sin verme me pregunta hacía dónde me dirigía.

— Esto no es una cárcel.

Sonríe y me desea suerte.

Camino al puesto de helados, Rolf está de turno hoy.

— Rolf —sus cabellos azules se interponían un tanto en su campo de visión— Tienes que cortar ese cabello, oh, quiero un helado de mora, por favor.

— El hijo de un pastor ve innecesario invertir dinero en algún idiota para qué corte su cabello —dice orgulloso.

— ¿Y si el idiota que quiere cortar tu cabello fuese Ed? —dije con picardía.

Sus ojos me buscaron y con una media sonrisa dice — Si es él, le dejaría hasta mis gallinas.

Reí con fuerza.

— Ed es mío —dije enarcando una ceja.

— Compartir no es ilegal —me entrega el helado.

— Te comparto mis revistas pero a Ed no —dije pagándole.

Estábamos en una lucha, el que apartara primero la vista sería el perdedor.

— Víctor aprecia mucho a Ed, yo igual, así que es más que perfecto que sea para mí —dijo sacándome la lengua.

— Ed. Es. De. Eddy. Y. Mío —le dije lento, para verlo enojarse un poco.

— ¿Ah sí? ¿Era con él que tenías una cita cuándo te llamé? —demonios, es Nathan.

¡Me hizo apartar la vista!

Rolf se puso de colores.

— Ups, me exhibiste.

— Será mío, azabache tentador —dijo entrecerrando sus ojos— Y gracias por su compra.

Ante todo lo profesional.

Seguí caminando dejando a Nathan de lado.

Me seguía en silencio, por el rabillo de mi ojo me fijaba si me observaba, tenía el calzoncillo muy metido y me daba algo de pena acomodarlo frente a él.
Corrí, intentaba salir de su campo de visión y cuando por fin tuve espacio, pude acomodarme.

Uffff así sí.

— Señorito, tus nalgas se comían la tela del pantalón.

Me libré de un burlón para encontrarme con otro.

Facepalm.

— Sí, Kevin buenos días a ti también —venía con su perro hacia mí.

Al verlo recordé lo de esa mañana.

Pasivoooooooooooooo.

Me mordí los labios para no reír, este me vió desubicado.

— Kevin, Kevin, Kevin —bueno, a burlarme un poco— ¿Dónde dejaste a tu amor?

Su ceño se frunció, parecía no entender.

— No lo sé, tú dime.

— Le perdí de vista hace poco, lo siento —seguí— Creo que ya va a tu casa.

— ¿DE QUIÉN HABLAMOS? —dijo sorprendido.

— Nathan, tú amor, tú machote.

Su mano se dirigió a su cara para chocar con fuerza.

— ¿Así que fuiste tú?

— Yep —dije asintiendo— Felicidades, que duren mucho.

— La amistad, sólo la amistad que dure.

— No lo rechaces así —dijo con lástima.

— ¿Él y yo? JÁ.

— Te veías adorable siendo sometido.

Me acerco a su rostro, sin respetar su espacio personal, creo que sorprendí hasta al perro.

— ¿Sometido? Eso no es lo mío —dijo engreído.

Me seguía acercando más a él, el retrocedía nervioso. ¡Esto era lo que quería!

¿Qué estás haciendo, Doble D? —dijo viéndome incrédulo.

— Se llama someter —me burlé.

Puse mi mano sobre su cadera, sus ojos se abrieron más, me acerqué a su cuello y soplé. Así pude escuchar un «hmn»

— Suficiente, déjalo.

Su rostro estaba serio,sus cabellos esmeralda estaban mojados; se llevó a Kevin hacia no sé dónde, me dejaron ahí tirado, con una sensación amarga.

(...)

Cinco.

Llegó a casa, sacó un pastelito de la nevera y se lavó las manos al terminarlo.

Cuatro.

Sube las escaleras llamándome.

Tres.

Entra en mi cuarto y en sus dedos queda miel que dejé en la perilla.

Dos.

— Muy gracioso, ven aquí, Edward.

Se dirige a su habitación.

Uno.

Abre la puerta con fuerza, haciendo sonar la bocina que deje tras la puerta, su cuerpo cae al suelo y se golpea con la puerta de la sala de lavado, dónde le estoy viendo con gracia.

— Te la merecías —me reí al ver su cara sonrojada y enojada.

De esto se trata haber aceptado ser mi niñero.

¿Niñero? [Nathan x Edd] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora