Capítulo 8

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28 de diciembre de 1975. Harry llevaba unos días en casa sin hacer nada, había estado bastante callado esos días, no tenía ganas de discutir con su padre sobre alguna tontería. Realmente no tenía sentido seguir peleándose por cosas que no valían la pena. Así que no lo hacía.

Se levantó de su cama a las once de la mañana, lo suficientemente tarde como para estar seguro de que todo el mundo ya hubiera desayunado, y bajó las escaleras. Efectivamente, no había nadie desayunando y eso le hizo sonreír.

Entró en la cocina dispuesto a servirse el desayuno que probablemente le habían preparado. Y sí, efectivamente había un café y dos tostadas en la encimera. Estuvo toda la mañana solo, sin hablar con absolutamente nadie.

Después de la hora de comer Harry fue dispuesto a ducharse para ir a ver a Louis, solo habían pasado tres días, pero necesitaba verle. Pero, cuando estuvo a punto de salir de su casa, su padre le detuvo.

-¿A dónde vas?

-A dar una vuelta.

-¿Quién te ha dado permiso?

-¿Qué? Llevo desde los doce saliendo cuando quiero.

-Bueno, eso fue antes de que te fueras de casa el día de noche buena, no vas a salir de esta casa. -Harry abrió los ojos con fuerza y negó repetidas veces.

-No puedes hacer eso.

-¿Qué no puedo castigar a mi hijo sin salir?

-¡Que coño te importa si salgo o no! Volveré para cenar, como siempre. -No podía estar pasando eso, Harry necesitaba ver a Louis, le había prometido ir a verlo antes de que acabara el año. Miró a su padre e intentó calmarse. -Por favor, te juro que no volveré a salir hasta que acabe el año.

-Eso tenlo por seguro, pero hoy tampoco saldrás. -Harry se quedó estático, sin saber cómo reaccionar. Quería pegarle un puñetazo a su padre y escapar, pero no podía hacer eso.

-Por favor. -Dijo susurrando Harry, estaba desesperado, necesitaba salir de esa casa. Pero lo único que recibió fue una carcajada por parte de su padre.

-Sube a tu habitación, no vas a salir.

Le miró por última vez y subió a su habitación enfadado. Al entrar, pegó un portazo y se tiró en su cama. No se podía creer que su padre acabara de hacer aquello. Necesitaba ver a Louis, había prometido ir a verle antes de que acabara el año, y su padre la había dejado claro que no sería así.

Tampoco es como si pudiera escaparse de nuevo. Tener un ojo morado no era una sensación que le apeteciera repetir, y menos tener esa herida en el labio. Recordaba estar besando a Louis y sentir como le dolía demasiado, pero obviamente no iba a hacer nada. Era la primera vez desde la casa del bosque que conseguía estar a solas con Louis.

Porque sí, le encantaba el ojiazul, se pasaría el día hablando y riendo con él. Pero también era la persona que más caliente le había puesto en toda su vida. Y es que solo con una sesión de besos ya se había puesto caliente, y al escucharle gemir de esa manera se había corrido sin sacarse la ropa. Nunca le había pasado aquello.

Pero, de nuevo, todo aquello con Louis era nuevo. Nunca había tenido una pareja, aunque tampoco le habían dado la oportunidad. Pero con él, merecía la pena arriesgarse.

Harry se quedó mirando al techo sin saber qué hacer. Tenía vacaciones de navidad, ningún examen o responsabilidad hasta febrero, y aún así, no encontraba nada que le distrajera. Así que, como siempre, se puso a pensar en Louis.

En sus ojos, los más azules que había visto, y en sus labios, lo rojos que se ponían cuando se pasaba horas besándolo, y nunca se cansaban. Harry se mordió el labio pensando en él y Louis besándose, y entonces sus pensamientos cambiaron de rumbo.

1975Donde viven las historias. Descúbrelo ahora