11 de diciembre de 1976. Harry abrió los ojos lentamente y observó la luz que provenía de la ventana a su derecha. Posó su mirada en el reloj de su mesa de noche. Eran las siete de la mañana. Llevaba varios días sin poder dormir, y cuando lo conseguía acababa despertándose a causa de sus pesadillas.
Su padre no le había dejado salir de casa, y tampoco es que lo hubiera intentado muchas veces. Después de leer la carta de Louis se propuso ir de nuevo a por él. Pero Des no estuvo de acuerdo con eso, obviamente, así que le prohibió salir. Ni siquiera dijo el tiempo que duraría ese castigo, pero el ojiverde se imaginaba que sería hasta el día de su boda.
¿Cómo había llegado hasta ese punto?
Las primeras semanas con Louis ni siquiera se planteó contárselo, aquello no iba a durar lo suficiente como para darle tal disgusto al ojiazul. Y luego todo fue volviéndose más complicado. Recordaba aquella vez que le contó que su padre le había pegado por tener novia, probablemente aquel era el momento para contárselo. Pero no lo hizo.
Era su culpa, era muy consciente de ello. Debería haber confiado en Louis desde el principio. Pero no lo hizo, por miedo a perderle. Y al final había pasado.
Se levantó de la cama y se dirigió al baño. Llevaba días sin mirarse al espejo, y por primera vez lo hizo. Lucía horrible. Tenía dos grandes bolsas negras bajo sus ojos provocadas por el sueño. Aún tenía la mejilla de un color azul por los golpes de su padre. Seguía teniendo una pequeña herida en su labio inferior. Se quitó la ropa y observó su cuerpo. Tenía marcas azules en varios lugares, pero no era lo que molestaba a Harry.
En su clavícula había una pequeña marca roja. Era casi inexistente, pero estaba allí. Había pasado exactamente una semana desde que todo se fue a la mierda. Harry posó su mano encima de este y cerró los ojos con fuerza. Recordaba perfectamente cuándo se lo hizo. Recordaba todas las sensaciones que sentía cuando estaba con él. Necesitaba verle de nuevo.
Se metió en la ducha con rapidez y estuvo unos cinco minutos pensando qué hacer. Cuando salió, se acercó a su mesa de estudio y cogió un papel y un boli. No tenía muy claro qué escribir, pero lo hizo.
Al acabar esas tres frases, dobló la hoja y la metió en el bolsillo del pantalón vaquero que llevaba. Ya tenía claro qué iba a hacer, el problema era cómo salir de su casa. Observó su habitación detenidamente. Era consciente de que no podía salir por la entrada principal, su padre se lo impediría, y si él no estaba despierto los trabajadores de la casa tenían órdenes de no dejarle salir.
Aquello no era su hogar, nunca lo había sido. Eso era su cárcel.
Inspiró y suspiró varias veces hasta decidirse por la ventana. Podría salir todo mal, que alguien le viera, que los de la puerta de la entrada también tuvieran órdenes de su padre. Pero aún así lo intentó.
Y no supo cómo, pero lo había logrado. Se encontraba en la calle de camino a casa de Louis. Solo tenía dinero para un taxi, y sabía para cuándo lo iba a reservar. Así que caminó durante unos cincuenta minutos. Pero aquello no fue lo peor del día.
Se encontraba delante de la puerta, pero era incapaz de hacer algo. Sus manos estaban temblando que tenía la sensación que rompería esa hoja. Aún así se armó de valor y metió el papel bajó la puerta. Tocó repetidas veces la madera y empezó a alejarse de allí.
Fue allí cuando cogió un taxi, no podía caminar hasta tan lejos. El hombre que conducía intentaba entablar conversación con él, pero Harry tenía de todo menos ganas de hablar. Al llegar le dio todo el dinero que llevaba encima, y sin decir nada más bajó del taxi.
Sus ojos se aguaron cuando observó aquel paisaje frente a él. Esos árboles muertos, aquel bosque realmente nada bonito. Recordaba como si fuera ayer el rostro de Louis al llegar allí, como alucinaba porque el lugar favorito del ojiverde fuera aquello. Harry sonrió con melancolía y se sentó en el borde de la carretera, rezándole a aquel Dios en el que no creía que por favor Louis apareciera.
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1975
Romansa1975. Esa era la fecha que iba a cambiar la vida de Harry y Louis para siempre. Para ellos solo era un concierto de su banda favorita, lo que no sabían es que a partir de ese uno de diciembre nada volvería a ser igual.