14 - Tierra a la vista

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Las sombras ganaban la batalla a la luz rojiza del atardecer en el prado que ocupaba la casa de los Son, pero los invitados se resistían a desalojar el terreno y Bulma tuvo que emplearse a fondo para despedir a todo el mundo antes de recoger y dejar descansar a la familia que los había recibido con los brazos abiertos.

Fueron momentos de abrazos, alguna lagrimilla y la firme promesa de un próximo reencuentro.

Satisfecho, así estaba Krilin. Manejaba la aeronave rumbo sur, con las mangas de su camisa celeste remangadas por los antebrazos y con un par de botones abiertos desde el cuello, dejando que la piel transpirara por la emoción y, un poco, por haberse dejado llevar y haber tomado una copa más de la que debía. No estaba bebido, como Tortuga Duende, que se repantingaba en los asientos traseros con la cabeza echada completamente hacia atrás y la boca abierta de par en par. Pero sí se sentía desinhibido, acalorado, muy optimista luego de todo los que había vivido ese día: el nacimiento de Goten, la charla tan reveladora con Bulma, y la calma de Dieciocho.

La miró sonriendo, con esa mezcla de admiración e incredulidad de siempre, maravillado. Ella parecía no prestarle atención, miraba por la ventana a su derecha, con el rostro ligeramente vuelto, observando cómo el color del mar se tornaba de esmeralda a opaco y oscuro bajo las capas superficiales.

—Gracias, Dieciocho —habló finalmente Krilin. Ella giró la cara lentamente hacia él, fría e intimidante como siempre, pero él la recogió con amor, sabiendo que había hecho un esfuerzo asombroso para aguantar hasta el final con él—. Sé que no ha sido fácil para ti, pero has mantenido la calma y has permanecido hasta el final.

—¿Y perderme la mejor parte? —respondió ella, mordaz—. Tenía la corazonada de aire te soltarías a cantar, pero es que...

—¿Algún problema? —interrogó él con los ojos entrecerrados.

—Ninguno. De hecho, ha sido lo más entretenido de la tarde.

Intercambiaron miradas unos largos segundos, ofendidas las de él y divertidas las de ella.

—¿Seguro que mi fabuloso torrente de voz fue lo más entretenido?

—¿Noto cierto tono de reproche, hombrecillo? Debes tenerlos de acero para querer echarme nada en cara.

—No iba por ahí, quisquillosa —Krilin relajó el tono. Que se riera de él por haber cantado en el karaoke era lo de menos—. Agradece que no te haya dedicado una canción —Dieciocho abrió los ojos de par en par.

—No te habrías atrevido...

—No, porque te conozco —le dijo levantando una ceja—. Pero no me faltaron ganas... ¡Si quieres te la canto ahora!

—Si aprecias tu vida será mejor que no lo hagas —le amenazó ella.

—Está bien, está bien —rio al imaginarse lo que sucedería. Qué vergonzosa era para ser tan poderosa. Calló unos minutos antes de seguir hablando, recordando las palabras de Bulma y, quizá impelido por la falta de nervios e inseguridad que le otorgaba el poco alcohol que había bebido, se animó a decirle:—. Bueno, al menos te lo pasaste bien, y hasta entablaste conversación.

—Si pudiera llamarse así... —dijo volviendo el rostro a la cristalera.

Krilin no quiso agobiarla y la dejó estar, ya que sabía que en cuanto ella estuviera preparada abordaría el tema.

Precisamente, sobre aquello cavilaba la androide, sobre la charla, más bien casi monólogo, que mantuvo el niño extraterrestre con ella.

Ese niño de veras debía ser ese al que llamaban Dios, porque parecía leerle la mente por momentos. Le había dado la impresión de que sabía perfectamente cómo se sentía y la verdadera razón por la que había ido a aquella fiesta.

Noches en Blanco || Krizuli (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora