25 - Noche clara

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Ya estaba decidido. Ella al final aceptaría su propuesta y le deseaba, sólo necesitaba hacerle ver que era tan humana como cualquiera, aunque excepcional como ninguna. ¿Qué más necesitaba para seguir postergándolo? Absoluta y rotundamente ni una sola excusa más.

Llevó las manos a la cintura y a la nuca de Dieciocho, que estaba sentada sobre el jergón, y unió sus labios con los de ella con un febril e impulsivo deseo. Ella notó ansiedad y algo de tosquedad en ellos, probablemente por los nervios que lo estarían carcomiendo por dentro, por lo que pensó que, antes de hacer nada precipitado, sería mejor aclarar algunos términos.

—Krilin, espera —le pidió. Se apartó un poco y le puso las manos en las mejillas. Estaba acalorado y el negro de sus ojos titilaban a la luz de las velas—. Antes quiero hablar contigo. Sólo lo diré una vez, te pido que no me interrumpas y que no me hagas repetirlo, ¿de acuerdo? —dijo solemne. Él tomó las manos de ella y las apartó de su rostro para sostenerlas en su regazo—. Al fin he comprendido lo importante que es para ti dar tanto este paso como el otro. Y puede que no te lo creas, no es que no quiera darlos contigo, pero es que los veo necesarios —dijo e hizo una breve pausa para valorar su reacción—. No hace falta darlos, salen solos, porque no lo imagino de otra manera y tampoco podría explicar porqué me agrada tenerte cerca en todo momento —confesaba y se sonrojaba progresivamente—… ni porqué me excita tanto tenerte a solas. Algunas cosas no me paro a conversarlas contigo, no porque no me importen, es que doy por hecho que son así, que las sientes como yo y que así deben ser. Me da vergüenza admitirlo en voz alta, aunque es algo que he pensado muchas veces… te veo tan entregado, siempre estás haciendo cosas por mí aunque yo no quiera, que quisiera hacer algo por ti en esta ocasión y dejar de ser la maldita egoísta que soy por un momento —confesaba y Krilin abrió la boca para terciar— ¡Déjame terminar, joder! Por una maldita vez, quiero ser yo la que haga algo importante por ti —le silenció ella, con el ceño fruncido y su mirada esquiva, tímida—. Mierda… ¿Cuántas veces me has salvado la vida… o me la has cambiado? Lo he pensado y meditado tantas veces, tan asumido lo tenía que creía que tú también lo hacías, pero sin duda me equivocaba. De ser así, no habrías dudado al preguntarme si lo que realmente quiero es estar contigo. Lo sabrías —confesó y miró a Krilin de soslayo, que abría sus ojillos a todo lo que daban—. Has oído bien, no imagino ningún día de mi existencia sin estar a tu lado. Krilin —continuó, liberada—, me da igual lo que me regales, como si no lo haces, si me pides que me case contigo o si no. Eso me da lo mismo. Nada ni nadie me impedirá estar donde estar, aquí, contigo. Te amo, hombrecillo.

Levantó una mano a la mejilla de Dieciocho y palpó con los dedos el  rubor delicado de su piel. Ella le dedicó una mirada indecisa y avergonzada, como la curva de la comisura de sus labios cuando reaccionó al contacto de su mano.

En la cabeza calva de Krilin, un sinfín de revelaciones, como piezas sueltas de un puzle incompleto, buscaban con urgencia un lugar donde asentarse.

Que le amaba. Le había dicho sin pelos en la lengua que le amaba.

Despacio, se aproximó a su boca y posó sus labios en los de ella, esta vez con extrema dulzura y, sobretodo, seguros.

Que lo que anhelaba era estar allí, con él. Porque sí. Porque le amaba.

Abrió más los labios y rozó con la lengua los de ella, maravillado. Dieciocho hizo lo propio y se acercó  un poco más. Después, elevó la mano que todavía acunaba la de él y la dejó reposando sobre la seda negra del batín, a la altura de su corazón y, con sutileza, retiró la tela para notar el pulso acelerado en su piel.

Dieciocho retiró el nudo de la prenda, al fin, y se descubrió al completo antes de abrazar con sus brazos al artífice de todo lo que ella era en esa nueva vida.

Noches en Blanco || Krizuli (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora