26 - Un plan perfectamente imperfecto

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El borboteo del agua en el infiernillo eclipsaba el soniquete del televisor y un aroma a marisco impregnaba el ambiente del interior de la casita rosa.

El maestro Roshi se acercó a la cocina con disimulo, encantado por saber en qué consistiría la apetitosa cena, y se asomó agazapado desde la espalda de su discípulo, para ver qué se cocía en la olla, así como ver qué otros ingredientes cortaba en la tabla de madera.

—Qué bien huele eso que preparas, Krilin, ¿celebramos algo hoy? —preguntó finalmente cuando el guerrero lo miró de reojo.

—Es una cena especial para Dieciocho y para mí —le explicó—. Ya se lo había dicho antes, cuando llegué de hacer compras, esta noche le pediré en matrimonio.

—Ah, bueno —respondió el viejo, sin entusiasmo alguno.

—¿Cómo que “ah, bueno"? —le dijo volviéndose a medias, pues el anciano volvía a su sitio delante del televisor. Krilin suspiró—. Le dejaré una ración preparada, maestro.

No escuchó la respuesta y se encogió de hombros antes de volver a su labor. Bajó el fuego de la cacerola y dispuso en una sartén algo de aceite, que puso a calentar antes de echar las verduras para rehogarlas.

La melodía del chisporroteo del perol compaginaba a la perfección con la armonía del agua hirviendo, y él tarareaba una canción mientras repasaba, por undécima vez, la lista mental de cosas que necesitaba para la velada sorpresa.

Desde hacía unas semanas su encargo estaba disponible para recoger en cuanto quisiera y él no encontraba el momento para hacerlo y, a la vez, mantenerlo en secreto.

Sospechaba que, presumiblemente, habría salido “de caza" y que no volvería hasta bien entrada la tarde, al igual que había pasado en otras ocasiones, una pequeña rutina que se repetía cada dos o tres meses. Luego de su primera experiencia, tuvieron una pequeña charla en la cual Krilin le pidió que guardara las formas con la policía todo lo posible y que fuera comedida a la hora de recabar información, esto es, sin asaltar de madrugada las comisarías ni infiltrarse en la base de datos de la policía. Dieciocho aceptó sus premisas y, a cambio, le dejó en claro que no se inmiscuyera en absoluto en sus asuntos, pues no era ninguna niña pequeña.

Aquella vez, la androide llevaba varios días ausentándose desde bien temprano, pero regresando al poco tiempo, malhumorada y frustrada. Sin embargo, aquel día tardaba más de lo usual, por lo que intuyó que en está ocasión volvería de mucho mejor humor si había tenido éxito en su misión particular. Aún así, no había tiempo que perder.

Con una idea fija y bien estructurada en mente, Krilin había tardado lo mínimo en arreglarse y salir volando, literalmente, a Ciudad Satán para hacerse con las dos bellas joyas que había encargado realizar, además de haber hecho unas compras más en el mercado de productos frescos para una cena muy especial. Y en menos de tres horas había estado de regreso en la Kame House, listo para seguir adelante con su plan y tenerlo listo para cuando su preciosa y temible novia apareciera en la isla.

Removía alegre el sofrito con la cuchara de madera, pensando en estas cosas, cuanto escuchó el sonido de una aeronave que se aproximaba al lugar.

Sin quitarse el delantal, salió corriendo a recibir la visita que llevaba esperando aquel día, pues la había avisado con tiempo para que le echara una mano con los preparativos.

—¡Hola, Bulma! —dijo alzando la mano una vez la nave aterrizó y se abrió la compuerta frontal—. Muchas gracias por venir tan pronto.

La mujer de pelo azul le dedicó una sonrisa y desabrochó el cinturón de seguridad de su pequeño acompañante, antes de bajar de un salto del vehículo.

Noches en Blanco || Krizuli (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora