Mi Último Cigarro.

Capítulo VII

Capítulo VII: “Sin deber”

John y Clare corrían a todo lo que sus piernas les permitían, ya que ambos era perseguidos por un grupo de bravucones, debido a que John había defendido a su hermana de esas personas y ahora los querían golpear.

Ambos preadolescentes miraron a un par de jóvenes cerca de ellos.

— Ayuda, por favor –pidieron ambos.

Los dos pelinegros se giraron para mirar a los menores y rápidamente dejaron que se protegieran detrás de ellos.

Alan hizo que los bravucones se detuvieran, tres de ellos salieron huyendo, dejando solamente a dos.

— ¿Qué se supone qué están haciendo? –pregunto.

— No te metas, imbécil, el problema no es contigo –contesto el bravucón pelirrojo.

— ¿Con esa boca besas a tu madre? –pregunto– ¿O te besa a ti? –señalo a su amigo rubio.

— No, con esa boca besa a tu madre –respondio el rubio.

— Pues seguramente seremos hermanos, porque dudo qué este... Inútil, consiga más que besos que los que le da su madre –dijo Alan– ya que al parecer ni tus besos consigue –siguio burlándose.

Freddie aprovecho la distracción de los menores y acompaño a los castaños hasta un lugar alejado.

Los bravucones al ver eso trataron de ir detrás de ellos, pero Alan los detuvo.

— ¿A dónde? –pregunto Alan tomando a cada uno del cuello de su camisa.

— No te importa –respondio el pequeño rubio.

El pelinegro aburrido de la situación los empujo a ambos contra la pared de un callejón cercano.

— Ya me aburrí y ustedes no saben hacer más que hablar y ni siquiera eso hacen bien –dijo el mayor.

Ambos menores trataron de soltarse del agarré del mayor, pero les era imposible, él era más fuerte que ellos.

— Dejarán a esos dos en paz –dijo.

— No –respondio el pelirrojo.

— No era una pregunta, era una orden y ahora será una afirmación –dijo el mayor.

Empezó a presionar un poco más el cuello de ambos hasta que se empezaron a quejar.

— ¡Está bien! ¡Lo haremos! –grito el rubio al ver como su amigo empezaba a sufrir por la falta de oxígeno en su sistema.

— Así me gusta y más les vale que obedezcan –dijo el mayor soltandolos.

El mayor miro como ambos cayeron al suelo y después les lanzó unas monedas.

— Comprense algo... Sucias ratas –susurro alejándose.

— ¡Dan... Amigo... Vamos! –gritaba el rubio tratando de hacer levantar a su compañero.

Alan llegó hasta donde se encontraba Freddie con los castaños.

— ¿Todo bien? –pregunto Freddie a su amigo.

— Sí, lo normal, dos gays reprimidos, ya sabes –respondió con burla.

Freddie empezó a reír por el comentario de su amigo.

Cuando el pelinegro mayor dejo de reír miro a los menores.

— Bueno... ¿Y ustedes cómo se llaman? –pregunto Alan.

— Yo soy Clare –dijo la castaña.

— Y yo soy Richard –respondio su mellizo.

A Clare no le extrañó que su hermano dijera su segundo nombre debido a que siempre que hablaba con alguien nuevo lo utilizaba.