Capítulo XVIII

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Capítulo XVIII: “Solo acompáñame”

El teléfono sonó y Roger despertó asustado, había tenido una pesadilla en la que sus padres y hermanos morían.

Rápidamente se levantó al escuchar nuevamente el sonido del teléfono, salió de su habitación y llego lo más rápido posible al frente del aparato.

Lo descolgó y contesto.

— ¿Hola? –pregunto.

— Roger, hijo ¿Por qué tardaste? ¿Cómo estás? –pregunto su madre.

— Acabó de despertar y estoy bien –respondió.

— Solo llamaba para avisarte que regresaremos hoy –dijo su madre.

— ¿Qué no regresarían el jueves? –pregunto el rubio extrañado debido a que apenas era lunes.

— Tu padre tendrá una reunión en Irlanda el Jueves así que regresaremos hoy –explico su madre.

— Está bien –dijo el rubio.

— Cuídate cariño y saluda a Brian –dijo su madre.

— Ustedes también cuídense –dijo el menor.

— Adiós Rog –se despidió su madre, pero antes de que colgará pudo escuchar un “adiós Meddows” de parte de Clare apenas entendible.

Roger río por la despedida de su hermana.

El rubio camino hasta su habitación nuevamente y se recostó en la cama, estaba por quedarse dormido hasta que sintió como alguien se subía a la cama y se posicionaba sobre él sin dejarle todo su peso encima.

— Hola –susurro una melodiosa voz en su oído.

— Hola –respondió el rubio adormilado– ¿Dónde estabas? –pregunto.

— En el baño –respondió el rizado y posteriormente acercó su cabello al rostro de Roger.

— Estás húmedo –dijo el rubio.

El rizado sonrió y paso su melena por el rostro del rubio haciendo que quedara totalmente empapado.

— ¡Oye no! ¡para! –trataba de alejarlo, mientras reía– ¡Para Brian! ¡Ya Harold! Por favor –seguía pidiendo el rubio.

Brian finalmente paró de restregarse contra Roger, lo miró y le sonrió.

— Que bella sonrisa –dijo Roger.

— No tanto como tú, rubia, mi hermosa rubia –dijo Brian.

Roger río por el apodo, para después hacer un puchero en manera de protesta.

Brian se acercó al rostro del menor y lo beso.

Cuando se separaron, Roger suspiro y Brian se dejó caer completamente sobre el cuerpo del más bajo, recostándose sobre su pecho.

Roger empezó acariciar el cabello del mayor y pudo sentir como este se iba relajando.

— Tenemos que levantarnos –dijo Roger.

— No quiero –dijo.

— Hoy vuelven mis padres –aviso el rubio.

Brian solo soltó un quejido.

— Anda perezoso –dijo Roger animándolo a levantarse.

— Solo quédate así uno minutos más, por favor, solo unos minutos –pidió el mayor.

Roger suspiro y siguió acariciando la cabeza del mayor.

Después de unos minutos ambos volvieron a quedarse dormidos.

Mi Último Cigarro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora