Adolescencia

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Amapola

La adolescencia llegó tarde, gracias a Dios, pero aún recuerdo nítidamente lo feliz y lo triste que me sentía. Hacía un mundo de todo y me había obsesionado con las notas, estudiaba para ser la mejor y no aceptaba una derrota. Perdí amigos de la escuela y gané otras. Gané un par de amigas divinas, y muchos amigos que me aguantaban día a día, que estaban ahí, firmes para acompañarme en mis caídas.

A veces me sentía sola e incomprendida, deseaba ser varón para elegir libre y no tener que pensar y hacer cosas de niñas. Yo quería anotarme en la UTU y hacer carpintería, mi padre me obligaba a ir al liceo y comportarme como una señorita. Y ahí me entraba el demonio en el cuerpo, les gritaba, me encerraba y lloraba a mares sintiéndome incomprendida.

 Craneaba cómo hacer para salirme con la mía, me trazaba un plan y lo cumplía... Me anoté en la UTU, pero no hice carpintería... me sentaron frente a una máquina y ahí a coser aprendía...

¡Qué difícil ser adolescente! complacer a tus padres y salir ilesa de los arranques, de esos arranques propio de la adolescencia que al final desaparecen sin dejar rastros y a veces marcando nuestras vidas.

Hoy te veo como a mí, y me conmueves hija mía. No te diré que no llores, sólo te abrazaré y te diré que todo pasa y que eso es parte de la vida... Aprende a sacar provecho de esta etapa, la más bella y complicada de la vida.

Cartas a mi Amapola#fictionalworldawards2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora