Amapola
No te asustes de estas niñas salvajes, pensándolo bien, éramos más piratas que heroínas salvajes.
Te contaré el día en que mi hermana tuvo la feliz idea de salir a pasear en el gran carro de Don Viera. Papá le prestaba el galpón para guardarlo, era una "cosa preciosa" con sus ruedas gigantes, y su color verde cautivante, con su asiento de madera y un guarda todo que lo hacía más interesante. Era un mastodonte gigante, y para sacarlo del galpón debíamos muy bien manipularlo, ya que la salida era cuesta arriba y pesaba mucho sacarlo.
Bajamos todas del carro, y todas a empujar para sacarlo, con tanta mala suerte que contra la pared lo escrachamos. ¡Qué locura! No parábamos de reír, la pared cedió ante el peso y los viejos ladrillos comenzaron a caer. Todas salimos disparadas, con un cohete en los pies, pero ahí nomás nos atrapó mi padre y otra vez bajo interrogatorio estábamos las tres. Los amigos fueron correteados de casa y no los querían volver a ver.
La penitencia fue terrible, paliza, baño frío, licuado de merienda y una semana entera sin salir. Nos prohibieron hablar, hasta al culpable encontrar. Y como siempre, Virginia, se declaró culpable para salvar a las demás.
Igual la penitencia no fue sacada y cumplimos pena hasta el final.
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Cartas a mi Amapola#fictionalworldawards2019
PoesíaMi Amapola roja... te regalo mi vida en palabras. espero, al leerme, sepas que fue escrita con amor que nadie borra, con ese amor que trasciende el tiempo y el espacio, porque ese amor de madre es inherente a nosotras.