Amapola
La historia no termina ahí, aprovechábamos las oportunidades para salir, para escabullirnos de la siesta y llevar a cabo el plan marcado para ese día, siempre con un buen fin.
Este que te contaré consistía en ir al cementerio a repartir flores para aquellos pobres que no los tenían ni en el recuerdo. Llegábamos en patota hasta ahí y con buen ingenio lográbamos entrar y salir sin ser vistas por el que cuida esa ciudad de silencio sin fin. Recorríamos todas las tumbas, sacando al que tenía más y poniendo al que no tenía nada, dejábamos a todos contentos y con alguna flor perfumada, rezábamos despacito sólo a aquellos a los que sabíamos no tenían nada, nada que los uniera a este mundo, ni los recordara. A veces a mí se escapa una lágrima al ver lo solitos que estaban, pero pronto me decía que acompañaditos de Dios ahora estaban.
Volvíamos a casa contentas y cansadas, llenas de polvo y casi siempre desgreñadas, mamá se hacía cruces al vernos y enseguida nos retaba, nos asustaba con el Iname y otra vez penitencia nos tocaba. Y ni así, nosotras escarmentábamos... Qué días de inocencia entrañable Dios nos regalaba...
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Cartas a mi Amapola#fictionalworldawards2019
PoesíaMi Amapola roja... te regalo mi vida en palabras. espero, al leerme, sepas que fue escrita con amor que nadie borra, con ese amor que trasciende el tiempo y el espacio, porque ese amor de madre es inherente a nosotras.