¿Dónde quedaron?

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Amapola

A veces me pregunto, con nostalgia, ¿Dónde quedaron aquellos tiempos de ocio donde podías disfrutar de ser niño?, libre de responsabilidades, viviendo feliz el día a día de aquellas tarde. Dónde quedaron esos tiempos donde se podía correr bajo la lluvia tras un barquito de papel que flotaba a base de puro coraje, con tal de ganar la carrera, que era más que importante, a cambio de un torito y una luciérnaga brillante, y el bolillón de la colección, ese sí que era un trofeo impresionante.
Dónde quedaron esos tiempos donde el niño era niño y vivía libre de las presiones de los grandes. Dónde sólo sabían de juegos en la vereda y en la calle, de bichitos voladores y de aquellos que aparecían en el patio a paso lento a través del pasto. Donde éramos felices esperando a los primos para enseñarles las diabluras que volvían loco a los vecinos y hacían que nos ligara algún chirlo.
¿Dónde quedaron? Ahora viven encerrados, de actividad en actividad, contracturados, llenos de dolores justificados. Pobres niños de ahora.

Si supieran lo bello que era jugar con barro, trepar a los árboles, juntar flores, correr libres por el campo atrás de una cometa que nos remontaba hasta el cielo, íbamos colgado a ella soñando con mil historias que nos sostenía allá en lo alto. Sólo existía el presente, la responsabilidad de la escuela y la gran responsabilidad de ser niño, de llegar corriendo a casa aspirando el aroma calentito de la cocoa y las tortas de horno que nos preparaban por las tardes. Cuándo sólo eso era importante, tomar la leche e ir en busca de los amigos para concretar el resto de una vida, tan sólo en una tarde.

Ay mi Amapola, tu tuviste la suerte de vivir alguna parte, allá en mi pueblo, donde te sientes libre y salvaje.

Cartas a mi Amapola#fictionalworldawards2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora