Amapola
Nunca se me dio por tomar hasta caer, ni siquiera tomar porque todos lo hacían y me invitaban a seguirlos. Tampoco agarré el vicio del cigarro. Te confieso que aquella "pitada" que me convidó mi amiga Rosaura, bastó para saber que no era eso lo que esperaba. Casi muero ahogada por el humo y llegué a casa consternada.
Mi rebeldía contra el mundo pasaba por otro lado, y con este carácter complicado ya sabía lo que quería y jamás hice lo que hacía el resto del rebaño. Mis amigos muchas veces se burlaban, me ponían apodos y se jactaban de sus "pedos" y andanzas. A veces me molestaba, pero muy pocas ya que sabía dónde estaba parada.
Mi rebeldía pasaba por otro lado... era un torbellino de emociones, de ideas, de sueños, de anhelos... me sentía incomprendida, no tenía quién me escuchara, mucho menos quién me aconsejara. Mis amigos siempre en mi se apoyaban, buscaban consejo y eso hacía que no pudiera vomitar mis fallas.
Mis padres criados y formados "a la antigua"... no se hablaba de ciertos temas y la única obligación era estudiar y ayudar en los quehaceres de la casa.
Igual te digo que en mi mamá siempre encontré ese abrazo que calma cualquier pena. Yo era de ella (aún lo soy), era mi refugio pues aunque no me entendía, me defendía, rezando a Dios que aplacara mi carácter belicoso y subversivo. Me pedía que callara y que respetara la autoridad. Me pedía que no cuestionara todo y dejara el tiempo pasar. Pobre mamá, se hacía cruces cuando yo, como endemoniada, me enfrentaba a mi papá, pero a pesar de todo ella sabía que lo que me propusiera, todo, todo, lo iba a lograr.
No recuerdo discutir con ella pero sí con papá. No me callaba, no me quería callar. La última gran pelea fue cuando me iba a casar, él quería invitar a toda su familia y yo, fiel a mi estilo, le dije que ellos no iban a estar, que nunca los veía y que no los sentía cercanos como para compartir la alegría de ese día. En fin, yo no aflojé y él, terco como es, me amenazó con desaparecer, que no me entregaría a tu padre y que me olvidara de él. Ya no tendría padre, eso parecía ser.
¡Ay Amapola! Cuántas cosas más tengo aún que aprender... Con vos, con tu padre y tu hermano seguro que nunca me aburriré. Tendré que estar más despierta para entender, para saber que me quieren decir, para evolucionar, para aprender a ser flexible y dejar de querer todo controlar. Ustedes me ponen a prueba y a veces no sé cómo reaccionar.
¡Ay Amapola! Ya ves, ni siquiera me permito caer, mucho menos llorar. Aunque quiera salir disparando y gritar...P/D: releyendo la carta un año despuès, puedo afirmar mi Amapola cuánto avancé, he ido trabajando suave y constante en mí. He ido escuchando mi cuerpo y bajando el ruido de mi cabeza. Los veo crecer ya sin esa angustiante maleza de miedos que se quería salir de control.
At mi Amapola, ahora estoy volviendo a mi, a mi esencia, a mi razón de ser. Gracias a la vida por ustedes y todos aquellos que se me cruzaron para enseñarme a creer, a crecer.
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Cartas a mi Amapola#fictionalworldawards2019
PoesíaMi Amapola roja... te regalo mi vida en palabras. espero, al leerme, sepas que fue escrita con amor que nadie borra, con ese amor que trasciende el tiempo y el espacio, porque ese amor de madre es inherente a nosotras.