5.

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Jimin respiró hondo, tirando de sus mangas hasta que la suave tela cubrió sus manos. La noche era tranquila, la luna se encontraba alta y llena en el cielo, brillando con intensidad sobre el mar oscuro. Humedeció sus labios, saboreando la sal de su piel, antes de poner los pies en la arena. Jungkook estaba allí, podía verlo frente al agua. Estaba sentado, con sus pies descalzos rozando el agua y sus anchos hombros cubiertos por una sudadera blanca. Jimin frotó las palmas de sus manos sudorosas, respirando profundamente por última vez. No tenía por qué estar nervioso. Sólo era Jungkook.

¿Pero por qué querría que nos encontráramos?

Jimin se acercó lentamente, con la arena fría rodando bajo sus pies, y aclaró su garganta, asegurándose de no asustar al chico. Jungkook giró la cabeza hacia atrás, observando a Jimin en silencio, antes de volver la vista hacia el mar. Jimin tragó saliva, moviéndose sobre sus dos pies, a pocos metros de Jungkook. ¿Debería sentarse? ¿Qué se suponía que debía decir?

—¿Cuándo te dieron el alta? —preguntó Jimin, jugando nerviosamente con sus mechones rubios. La voz ronca de Jungkook rompió el silencio, dejándose llevar por la noche silenciosa.

—Esta mañana.

Jimin asintió, aunque sabía que el más alto no podía verlo, y decidió dar unos pasos más y sentarse junto a Jungkook a una distancia razonable. El castaño lo miró unos segundos, pero Jimin simplemente mantuvo los ojos en sus pies enterrados en la arena húmeda, el agua los mojaba a cada pocos segundos.

—¿Por qué me pediste que viniera? —quiso saber, descansando su barbilla sobre sus rodillas dobladas.

—Quería hablar de lo que pasó el otro día.

El rubio tarareó, diciéndole en silencio que estaba escuchando.

—Sólo quería darte las gracias, supongo. Pero no tenías que llevarme al hospital ni nada. Estoy acostumbrado —se encogió de hombros, y Jimin frunció el ceño.

—¿Qué quieres decir con que estás acostumbrado?

Jungkook abrió la boca, sin pensar en una respuesta, pero la cerró inmediatamente, sin palabras. Se mojó los labios, saboreando la sal.

—Yo... sí. Sucede a veces. Nada serio.

—Claro que es serio. El cansancio podría provocarte un ataque al corazón.

—¿Por qué te preocupas tanto?

—¿Y por qué demonios no debería hacerlo?

—No somos amigos y no nos caemos bien, así que no veo por qué te importa tanto.

Jimin suspiró, dejándose caer hasta que su espalda reposó en la fría arena, los pequeños granos se mezclaron con la tela de su ligero suéter, rodando bajo él. Se movió un poco, hasta que encontró una posición más cómoda, y miró a la luna.

—Eso es porque no miras las cosas de otra manera. ¿Qué habrías hecho si me hubiera desmayado sobre ti?

—Nada —Jungkook se encogió de hombros, pero Jimin resopló.

—¿Eso es todo? —cuestionó con sus ojos aún fijos en el cielo sobre ellos.

—Yo... sólo... Sé que ya se lo contaste a Sunghyun... Pero no hables de ello con los demás.

Jimin mordisqueó su labio inferior mientras sus dedos jugueteaban con la arena.

—¿Por qué? ¿No lo saben?

—Yo... no, no lo saben —Jimin frunció el ceño.

—¿Por qué no? ¿No son tus amigos? —interrogó el rubio, y Jungkook suspiró. Los ojos del más alto cayeron a sus pies que se enroscaban con la arena.

—Sí, lo son.... Sólo que no lo saben. Eso es todo —Jimin suspiró, elevando su pecho.

—Está bien, supongo. Si no quieres que hable de ello, no lo haré.

—¿De verdad? —preguntó el castaño, volviéndose para mirar a Jimin, una luz esperanzadora brillaba en sus ojos. Jimin frunció un poco el ceño mientras asentía con la cabeza, mirando a Jungkook durante unos segundos, antes de volver a ver el satélite brillar suavemente en el cielo.

Pink Lemonades, Tattoos and I Love You's - KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora