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Cuando Jungkook volvió a entrar en la casa de los Park, se encontró con el dulce olor del chocolate caliente en el aire y un persistente olor a champú de cítricos que le hizo sonreír para sí mismo. Dejó caer su mochila al pie del sofá, para después dirigirse hacia la cocina para ser recibido por un adorable Jimin. Sonrió, viendo al chico vestido con una sudadera de gran tamaño. La capucha cubría sus húmedos cabellos rubios, y su clavícula, adornada por un chupetón púrpura, se asomaba por fuera de la prenda. Se veía muy tierno, lindo y esponjoso, y Jungkook sólo quería abrazarlo. Y tal vez si tuviera un poco más de coraje, lo llamaría su pequeño novio.

Jimin le dedicó una sonrisa, mientras ponía la mesa para el desayuno con sus manos siendo tragados por el gran suéter, aunque fuera casi la hora del almuerzo. 

—¿Cereales o tortitas? —preguntó.

—Los cereales están bien —sonrió adentrándose en la cocina antes de abrazar a Jimin. El rubio dejó escapar una risa de sorpresa mientras abrazaba a Jungkook, sosteniendo una botella de jugo de naranja en sus manos. Se abrazaron durante unos minutos, balanceándose, con la cabeza de Jimin descansando justo debajo de la barbilla de Jungkook. Encajaban a la perfección, y por más cliché que fuera, Jungkook no podía evitar pensar aquello. Jimin era como un pequeño oso de peluche, perfecto para los abrazos, y no podía detenerse. Era tan adorable, pero aún así podía ser sexy, y Jungkook podía sentir como cada vez caía más profundamente enamorado.

Se había admitido a sí mismo que sí le gustaba Jimin. Le gustaba demasiado, y tal vez no tenía ni idea, pero los sentimientos que Jimin hacía surgir en él no eran platónicos ni amistosos. Apenas podía manejar la situación cuando estaba cerca de él. Sus sentimientos eran desproporcionados, cada toque le hacía arder, cada sonrisa le hacía feliz y cada risa le llenaba de calidez. 

Quería ser mejor persona, y al igual que Jimin, quería estar orgulloso de sí mismo, porque se sentía tan bien ser quien uno era. Porque se sentía tan bien besar y abrazar a Jimin. Quizás aún no estaba listo para gritarle al mundo que estaba loco por el rubio que se hallaba entre sus brazos, pero aún así podía susurrárselo al oído por las noches, y pronto podría tomar con orgullo su mano en la calle y besarle a plena luz del día, e incluso delante de sus amigos imbéciles.

Jimin rió ligeramente después de unos minutos de abrazos y elevó la cabeza, antes de levantarse de puntillas y besar suavemente sus labios. 

—Ahora hueles mejor —rió, y Jungkook lo golpeó juguetonamente en el costado, haciendo que se retorciera y riera.

Desayunaron tranquilamente, con el sonido de la lluvia chocando contra la ventana de fondo. Jungkook comía sus cereales mientras que Jimin comía sus tostadas francesas con una taza de chocolate caliente humeando frente a él y sus pies descansando en el regazo de Jungkook. Robaron pedacitos del desayuno del otro, rieron felices, se sonrieron con cariño y se miraron con amor. 

—¿Qué quieres hacer? —preguntó Jimin cuando terminaron de desayunar. Sus brazos se hallaban rodeando sus piernas y sus pies estaban apoyados en la silla. 

El castaño se encogió de hombros, viendo como la lluvia hacía que el verde patio trasero brillase.

—No hay mucho que hacer, está lloviendo.

—Podemos ver películas —propuso Jimin encogiéndose de hombros, y Jungkook asintió.

Unos minutos más tarde, se encontraban sentados en el sofá, mientras Jimin recorría la selección de películas, presionado contra el pecho de Jungkook, quien le rodeaba con sus brazos. 

—¿Qué quieres ver? —preguntó, y el castaño simplemente se encogió de hombros.

—Cualquier cosa está bien.

Pink Lemonades, Tattoos and I Love You's - KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora