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Habían pasado dos días desde que Jungkook y Jimin habían hablado por última vez. Jungkook había decidido pasar el rato con Sunghyun y el resto en la playa después de intentar llamar a Jimin por centésima vez y no obtener respuesta. Se estaba divirtiendo, la arena caliente rodaba bajo sus pies, notaba el sabor salado en sus labios cada vez que los lamía y una pequeña risa se le escapaba de la garganta cada vez que veía a Sunghyun actuar como un estúpido. Podía ver a Haeun mirándole, pero afortunadamente la muchacha no intentó nada, cosa que Jungkook agradeció.

El sol se estaba poniendo y los colores suaves pintaban el cielo iluminado por las luces de la ciudad. El grupo de amigos se quedó en la playa un rato más, mientras las chicas aún jugaban en el agua.

Jungkook miraba fijamente al mar, brillante gracias a los rayos del sol que serpenteaban en la superficie del agua. Sonrió al recordar la forma en que los ojos de Jimin se iluminaban como estrellas y centelleaban cada vez que reía.

Se separaron después de unos minutos más. Su estómago gritaba por comida, así que eligió irse a casa en lugar de salir a divertirse. Se despidió de sus amigos con un gesto de mano y comenzó a caminar hacia su casa, con las manos enterradas en los bolsillos, relajándose con la suave, cálida y salada brisa que acariciaba sus mejillas. Era extrañamente relajante, sentir los últimos rayos del sol acariciando esa parte de la tierra, el calor que perduraba en el suelo, el suave soplo del viento bailando a su alrededor, las risas y el delicioso olor de la comida que flotaba en el aire. Tenía una extraña sensación de relajación, y no pudo evitar pensar que algo faltaba. Más importante aún, alguien.

Se detuvo frente a la casa de Jimin. Miró en silencio el lugar, recordando cómo había estado allí hacía unos días, dudando en llamar a la puerta, e intentó hablar con Jimin. El rubio no contestaba sus llamadas, y aunque Yoongi le hubiera aconsejado que le diera un poco de espacio y pensara en todo, Jungkook no podía evitarlo. Ya era casi agosto, y Jimin pronto se iría a Seúl. Necesitaba disculparse ya mismo.

Tragó el bulto que se había formado en su garganta mientras cruzaba el camino de tierra. Respiró hondo mientras subía por el pequeño sendero que conducía al porche, percibiendo el aroma de las rosas en el suelo, intentando calmarse. Respiró hondo una última vez antes de golpear la puerta, su estómago se retorcía nerviosamente mientras esperaba. La tranquilidad y la calma del atardecer no ayudaban con su ansiedad.

Sintió como si hubiera esperado horas antes de que se abriera la puerta revelando a la abuela de Jimin. Ella le dio una pequeña sonrisa, antes de echar una mirada detrás de su hombro, cerrando el hueco entre ella y la puerta. 

—Estás aquí para ver a Jimin, ¿no? —susurró la anciana, y Jungkook se dio cuenta de que su lengua se sentía pesada y que estaba más nervioso de lo que le gustaría estar. 

—Sí, hum no contesta mis llamadas y...

—Lo sé, me contó vagamente lo que pasó.

Jungkook tragó, esperando una mirada de decepción o cualquier reacción, pero la mujer se quedó allí, mirándolo en silencio. Ella suspiró delicadamente, antes de susurrarle a Jungkook. 

—Por favor, pase lo que pase, arreglad esto. No estoy aquí para sermonearte, pero heriste a Jimin. Sé que debes tener tus razones, pero considera sus sentimientos también, ¿de acuerdo? Realmente le gustas mucho, y-

—¡Abuela! ¿Quién es?

Jungkook tragó pesadamente mientras Younghee suspiraba, mirando hacia adentro de la casa, escondiendo su cara detrás de la puerta. 

—¡Jimin, ven aquí un momento!

Jungkook escuchó los pasos de Jimin y su voz haciéndose cada vez más fuerte a medida que se acercaba. 

Pink Lemonades, Tattoos and I Love You's - KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora