Capítulo 7

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No sabía exáctamente cuántas horas llevaba encerrado en mi habitación. ¿1?¿3?¿15? Únicamente fui consciente de ello cuando unos delicados golpes fueron dejados en mi puerta, sólo podía tratarse de él. Noah asomó lentamente su cabeza y se acercó a mi con un andar sumamente tranquilo. Una gran sonrisa era visible en su rostro y sus ojos parecían billar con luz propia, estaba lleno de vida y parecía feliz a pesar de toda la mierda.
Me preguntaba cómo podía verse de esa forma después de los últimos acontecimientos.

La respuesta es simple: él no lo sabe.

Yo no había podido verlo, él no estuvo presente y era la primera vez que ponía un pie en la casa desde aquel día. Mi hermano realmente no estaba enterado. ¿Cómo explicárselo? Era algo de lo que no me iba a preocupar hasta que notara la triste ausencia de Tommy.
Por su uniforme, podía asumir que acababa de llegar de nuestra horrible escuela. A él le gustaba, pero a mi me parecía lo peor que existía. Tal vez se debía a que nadie me caía bien. Tal vez era que los profesores eran todos unos estúpidos. Tal vez porque sólo podías vestirte y verte de una forma que se "adecuara" a tu sexo. O tal vez porque yo era ateo y esa escuela era demasiado religiosa. Sí, definitivamente era por una mezcla de todo.
El colchón se hundió a mi lado y pude sentir un gran abrazo de su parte, junto con un suave susurro.

- Hola. -saludó sin mirarme a la cara, todavía manteniéndose aferrado a mi cuerpo.

Respondí de la misma forma mientras comenzaba a acariciar su cabeza. Nos quedamos de ese modo durante unos segundos, aunque pudieron haber sido horas o hasta días.

Mi hermanito era a quien más amaba en el mundo. Solíamos pasarnos tardes enteras de esa forma, juntos. Muchas veces no hacíamos más que acostarnos, pero otras hablábamos de lo que fuese. Pero en ese momento había algo diferente, él estaba diferente. A pesar de su gran sonrisa, un aura de tristeza parecía rodearlo. Lo conocía demasiado bien; no podía ignorar el hecho de que no había entrado corriendo para arrojarse sobre mi y contarme cómo había estado su día. Sin embargo lo que más me sorprendió, fue que no estuviera ahogándose con sus rápidas y emocionadas palabras como hacia cada vez que pasaba tiempo con David (el chico con el que se había quedado a dormir la noche anterior).
Mi remera comenzó a humedecerse en el momento en el que sus lágrimas comenzaron a salir. Pequeños sollozos se escapaban de su boca mientras él aumentaba la fuerza de su agarre. Yo no hice más que continuar sosteniéndolo en silencio, nunca fui bueno con las palabras.
Una vez que comenzó a calmarse, suavemente lo alejé de mi cuerpo para poder observarlo. Tenía el rostro enrojecido -al igual que sus pequeños ojitos- y empapado. Casi me puse a llorar también yo por la imagen de mi pequeño niño, se veía destrozado.

- Perdón. -se disculpó mientras comenzaba a secar su cara.

- ¿Qué se supone que tengo que perdonarte? -dudé

- El que sea un asqueroso y un maricón. -soltó en un nuevo sollozo.

- No sos nada de eso. -lo atraje nuevamente a mis brazos- Sos mi bebé, mi bebé no es ningún asqueroso ni maricón.

Su llanto volvió a hacerse presente y perduró por algunos eternos minutos.

¿Por qué? ¿Qué había pasado para que estuviera así?

La respuesta parecía no llegar nunca, no tenía otra opción más que indagar por mi mismo.

- ¿Podés contarme qué pasó? -pregunté en el tono más tranquilo que pude.

- ¿Y vos podés prometer no odiarme? -dijo en un frágil susurro.

- Nunca podría amarte menos. Sin importar lo que pase, siempre voy a estar con vos y te voy a proteger como sea, lo prometo.

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