Capítulo 11

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"En algún momento
Empecé a mirar más al suelo que el cielo
Es difícil incluso de respirar
Extiendo mi mano
Pero nadie la toma."

-Loser, Bigbang.

☁🌟☁


Llegué a mi casa al rededor de las cinco, siendo recibido sólo por un silencio total. No había rastro alguno de mi familia, eso me hizo sentir aliviado. Amaba la paz que había cuando mis papás no estaban, provocaba que poco a poco el peso de lo ocurrido una hora atrás se devaneciera momentáneamente. Sin embargo habría sido mejor si Noah se hubiera encontrado ahí, él era mi fuerza. Por desgracia asistía a la escuela en el horario de la tarde.

Comida.
Comida.
Comida.
Comida.

Mi mente y estómago no dejaban de repetirme lo mucho que lo quería. Caminé casi con desesperación hacia la cocina, donde tiré mi mochila por algún lugar y abrí velozmente la heladera. Sobras de los días anteriores, huevos, frutas. Todo mí cuerpo lo anhelaba, incluso las verduras que tanto asco me daban lucían deliciosas.

Tomé tres porciones de pizza de un recipiente y una botella de agua. Me acomodé en la mesa, dispuesto a tragar lo que había sacado. Pero algo me interrumpió, el pensamiento de que mi hermano iba a necesitarlo más que yo. Aparté rápidamente el alimento de mí boca, tomé el resto y lo guardé para dárselo cuando llegara.

Mi panza hacía horribles ruidos y se sentía como si me estuviera digiriendo a mi mismo. Una idea llegó a mi mente. Me apresuré en llegar a la panera que estaba sobre la mesada. Contenía montones de barras de pan, tanto viejo como nuevo. Moví -con tristeza- la bolsa que contenía el producto que habían comprado ese mismo día para poder agarrar el que quién sabe hacía cuánto habrían adquirido. Estaba tan duro que no tendría nada que envidiarle a una piedra, aún así esa era la mejor opción que me quedaba. Eso o morir de inanición
Encendí las hornallas y en una plancha comencé a calentarlo para que fuera menos incomible. Minutos después me encontraba nuevamente sentado, esta vez con algo menos apetitoso en frente.

"¿Qué estás haciendo?, ya estás demasiado gorda como para que sigas comiento más, Samantha."

Esa voz otra vez. Esa voz que llevaba años ahí, enloqueciéndome. Me hizo volver a cuando tenía 11, las primeras veces que me quedé despierto por llorar toda la noche, los primeros días en los que dejé de comer, las primeras arcadas, los primeros cortes. Y volví, volví a esa época en la que yo era una niña perdida, asustada y sola. Cuando pensaba que estaba loca e iban a llevarme con un psicólogo en cuanto dijera que no siempre lograba sentirme como la chica que se suponía que debía ser.
Esa estúpida y maldita voz que todo dentro de mi estaba terminado de romper. Recordaba a esos oscuros tiempos como la peor etapa de mi vida. Con el pasar de los años me ayudé yo solo a escalar hasta la salida del profundo agujero en el que habia caído. Si me volvía a atrapar, me sería imposible volver a trepar por mí cuenta nuevamente.

" Deberías escucharme. Las mujeres no pueden ser obesas como vos, si lo son nadie las quiere. Nadie te quiere."

Y comí una rebanada de pan, luego otra y otra. Porque no podía estar en lo correcto. Yo era un chico. Sí, realmente lo era. Además, había gente que me quería, tenía a Noah. Tenía amigos.

"¿En serio los tenés? ¿Dónde están?, porque no los veo."

Pero en eso tuve que darle la razón. Llevaba dos días sin hablar con ellos y ni siquiera habían contestado mí saludo por El Día Del Amigo. ¿Dónde se encontraban?

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