19. Huyendo.

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Desperté sintiéndome terriblemente mal, me sentía miserable, triste y estúpida, con ganas de estar todo lo que quedaba de las vacaciones en mi habitación de hotel, encerrada y sin saber nada del mundo, pero sobretodo, sin saber nada de William. Tomé mi celular y eso solo me hizo sentir peor cuando descubrí que tenía más de cien mensajes suyos.

¿Qué? ¿Cómo rayos? ¿Era posible?

Comencé a leerlos.

Al principio eran mensajes suyos diciéndome que estaba todo bien, que no me preocupara, que lo resolveríamos, que me esperaría y que incluso, si lo rechazaba, todo seguiría bien entre nosotros. Los nervios me hicieron un retortijón en el estómago y me sentí como la peor de las personas. Continué con mi lectura, solo para darme cuenta de que el tono y la intención de los mensajes cambiaba. Ahora William me suplicaba que por favor no lo rechazara, que estaba dispuesto a bajar la luna o júpiter con tal de que le correspondiera, me pedía que no me rindiera con lo nuestro, que no tuviera miedo y me prometía que todo iría bien, que él haría lo posible porque así fuera. Un par de lágrimas de infinita pena por ambos amenazaron con salir y lo hubieran hecho, si no hubiera aparecido Janet por la puerta, corriendo, con el celular en la mano.

Sin decirme absolutamente nada, me plantó la pantalla encendida frente a mis ojos, casi estampándola contra mi rostro, mientras gritaba:

—¡Mira, mira, mira!

Lo cierto es que no podía ver nada de lo cerca que se encontraba el aparato, así con una expresión divertida, con la que trataba de fingir que tres minutos atrás no estaba a punto de llorar, tomé su móvil y lo puse a una distancia prudente que me permitiera observar con claridad.

Casi muero cuando vi lo que me mostraba.

Era una transmisión en vivo de una chica cuyo nombre era Corina. Al parecer se encontraba en el centro de la ciudad, cerca de un centro comercial y ahí había visto a su celebridad favorita. Un William Strat completamente borracho caminaba sin un rumbo fijo mientras las personas se le acercaban, él no hacía más que rechazarlos a todos mientras se aferraba más a una botella de vodka. Claramente se le oía canturrear un nombre... Mi nombre.

La cara de fastidio que se le ponía cuando alguien intentaba acercarse a él pintaba para que estuviera muy borracho, ya que William sobrio era incapaz de rechazar a nadie que le idolatrara, brillaba por su bondad. Al final el video terminaba en que él daba un par de pasos en falso y acababa con el trasero en el suelo, ahí la chica gritaba preocupada y corría hacia él, terminando con la transmisión. Desde entonces habían pasado ocho minutos y eso solo me hizo pensar que en la actualidad él seguía vagando por ahí, borracho, dolido y con un gran golpe.

—¿Qué rayos? — fue todo lo que pude pronunciar.

—¿Qué pasó entre ustedes ahora?

La mirada de Janet era acusadora, como que me creía total y completamente responsable de las desgracias de Strat. Probablemente estaba en lo correcto, pero no la dejaría saberlo, así que me alcé de hombros y negué. Sin embargo, el truco no me salió como quería, porque las lágrimas que habían quedado pendientes a la llegada de mi amiga, comenzaron a salir con sollozos. Sin pensárselo dos veces, Janie me abrazo con una fuerza casi sobrehumana mientras me decía que todo estaría bien. Si existía alguien en mi vida que supiera que yo no lloraba con frecuencia y que se necesitaba algo realmente importante para hacerlo, era ella. Y su mejor cualidad era simplemente aceptarlo, sin reproches ni cuestionamientos.

—Tranquila, Cassey — siseó —. Sea lo que sea, van a estar bien. Tú estarás bien.

—Lo arruiné, Janie.

Rockstar en la friendzone | EDITANDO | Angie JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora