EPILOGO

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Era el día, por fin.

Alexa, mi maquillista, había hecho un trabajo increíble y todo me sentaba de maravilla. O al menos así me sentía, tan guapa y confiada en un día tan importante en mi existencia.

El vestido que había elegido me quedaba como si hubiera sido hecho a mi medida y me gustaba el peinado que llevaría. Todo me parecía perfecto.

Mi celular vibró con intensidad y lo contesté, sabiendo que del otro lado estarían mis mejores amigos, apresurándome como siempre.

—Oye, apúrate... — gritó Valeria.

—William se muere por verte — dijo Janie.

—Yo solo quiero quitarme estos zapatos de gala — masculló Greg.

Me reí de los tres, porque jamás dejarían de ser los amigos más increíbles del mundo.

—¿No podrían adelantarme un poco de lo guapo que se ve? ¿Una foto?

—Prometieron no verse hasta el gran momento — me recordó Valeria —, así que no seas tramposa.

—Está bien — me rendí —, bajaré en cinco minutos.

Tomé todo lo que me faltaba para estar completa y me dirigí al ascensor del hotel en el que nos hospedábamos para la gran ceremonia, bajé hasta el lobby con los nervios a flor de piel y cuando las puertas se abrieron, pude ver a mis tres amigos esperando por mí para llevarme hasta el destino: la limusina que nos llevaría hasta mi primera premiación.

Caminé tan rápido como pude pero me detuve en seco al verlo, estaba parado a un costado del auto, con su traje color vino, su cabello ligeramente peinado y su porte tan elegante como siempre.

Lo cierto es que algunos días todavía me costaba creer que se hubiera fijado en mí, era tan guapo y tan imponente.

Me moví con menos rapidez hacia él solo para llamar más su atención y lo vi esbozar una sonrisa preciosa apenas me tuvo en su campo de visión. Cuando estaba a dos pasos de llegar a él, extendió su mano y yo la tomé, me atrajo hacia su cuerpo y besó la coronilla de mi cabeza con suavidad.

—Luces perfecta — dijo en un susurro.

—Ni siquiera puedo decirte con palabras lo guapo que me pareces en este momento — comenté, él se rio.

El chofer nos pidió subir a la limusina, indicando que el tiempo lo teníamos perfectamente calculado, pues se esperaba que mi llegada fuera a las seis veinte, mientras que la de 3BOYS sería a las seis con treinta y cinco.

—¿Hablaste con Alesso? — pregunté a William cuando estuvimos en el carro.

—Lo hice y me ha insistido en que no lleguemos juntos, dice que habrá más impacto de la noticia si la damos cuando te proclamen ganadora de tu categoría.

—¿Y qué le dijiste? — pregunté con curiosidad.

William y yo llevábamos saliendo cuatro meses. Meses que habían sido exitosos y curiosamente discretos. La gente si rumoraba un poco sobre nosotros pero nunca con tanta fuerza o fanatismo como lo habían hecho en el pasado. Además, nos habíamos prometido ser cuidadosos con las muestras públicas de afecto, queríamos formalizar a nuestro modo.

—Le dije que lo lamentaba, pero que por primera vez se haría a nuestra manera, sin ideas de publicistas y sin consejos para un mejor impacto en los medios, le dije que no nos interesa vender la noticia.

Asentí.

Eso era cierto. Habíamos decidido no lucrar con nuestro noviazgo, habíamos decidido ser reales y vivirlo a nuestro modo. Estábamos exhaustos de ser unos frente a la prensa y otros tras bambalinas. Además, queríamos que mi primer premiación fuera especial y solo lo sería si estábamos juntos, independientemente de que ganara o no.

Al final, llegamos a la hora justa para mi llegada y los organizadores se sorprendieron un poco cuando William y yo bajamos juntos, pues se suponía que él esperara por sus compañeros, sin embargo a nadie le impactó tanto, pues ya todo el mundo sabía que éramos mejores amigos.

En la alfombra nos entrevistaron por separado y no insistieron mucho en la relación, pero sí nos fotografiaron juntos cada ocasión que tuvieron oportunidad. Tendríamos unas maravillosas fotos juntos de nuestra primera alfombra roja como pareja.

Ambos nos sentimos contentos de haberlo logrado con éxito, sin embargo, horas más tarde, cuando anunciaron mi categoría y resulté ganadora, supe que era el momento de estallar la bomba.

William me besó ambas mejillas antes de verme subir al escenario y una vez arriba, sentí que flaquearía, pero al verlo todo se calmó y la habitación se redujo a él.

—Esto es increíble. Yo realmente ni siquiera siento que esto sea real — hice una pausa, sintiéndome agitada entre tanta emoción —. Los últimos meses han sido un sueño para mí y tengo tanta gente a la cual agradecerle. A mi madre por apoyarme, a mis amigos por seguir conmigo a pesar de todo, a mi golpe de suerte, Alesso. También a los productores, ayudantes, publicistas y a cada persona detrás de la creación de un álbum. Pero, más que nada, me gustaría darle las gracias a William Strat, por enseñarme cómo lidiar con este mundo tan maravilloso y nuevo, por apoyarme y por estar ahí cada vez que algo se complicó, incluso si lo que se complicaba era mi persona — hice una pausa y lo miré directamente a los ojos —. Gracias, mi amor, por ser el hombre más increíble del mundo, gracias por amarme aun cuando a las tres de la mañana te pido tu opinión sobre una composición, cuando quiero la pizza sin cebolla y cuando te canto en el auto mis nuevas ocurrencias. Eres el mejor novio y el mejor rockstar, y definitivamente yo no sería quien soy si no fuera porque tuve la suerte de encontrarte en el camino. Te amo.

Y en ese momento, se causó un impacto y supe que la mañana siguiente seríamos noticia de primera plana, pero no me importó para nada y a él tampoco, porque corrió hacia el escenario solo para besarme. La gente aplaudía y yo me sentía victoriosa, no por el premio en mi mano, no por mi recién estrenado álbum, no por lo que vendría después de esa noche, sino porque tenía lo que no sabía que necesitaba: un rockstar que no solo era mi mejor amigo, sino también, el posible amor de mi vida. 

Rockstar en la friendzone | EDITANDO | Angie JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora