7 - Celebración

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Antes del acto de preparación de la carga de la farola, se improvisa una ceremonia de investidura. Lena ha aprobado la destitución y encierro de Ridas como gobernante de Tunesia, por traición. Un miembro del consejo, el más popular, le sustituirá. Gabriel ha rechazado el puesto. No hay secretos, todo el mundo sabe lo sucedido, todo el mundo conoce la traición de Tunesia. Aunque hay opiniones de todo tipo, en general, aplauden a su nuevo dirigente.

El acto de preparación comienza. La gente se coloca en la plaza que hay justo antes de la entrada a la farola. Normalmente hay música, hay celebración. Esta vez no. Algunos sacerdotes llevan vasijas para la recolección del fruto gastado, las colocan en su sitio. El máximo sacerdote, responsable de los portadores de luz en Tunesia, bendice la carga de la Farola y tiene unas palabras para la gente. La zona está pensada para que la acústica sea la mejor posible. Cuando termina llama a Lena, que se coloca a su lado. Son viejos conocidos, se dan un abrazo.

Al final del acto de preparación, justo antes de la carga, los portadores siempre tienen unas palabras de motivación, de ilusión. Al fin y al cabo, son los ídolos de la gente.

Lena se coloca para hablar. Se hace un silencio absoluto. Ella tarda en comenzar a hablar. La gente permanece en silencio, nerviosa. Hoy su discurso no será motivador. Al cabo de un rato, levanta la mirada y habla.

—Hoy es un día triste. —Lena no transmite alegría, no transmite luz—. Hoy se ha perdido gente, da igual sus motivos, unos eran padres, otros hermanos, eran hijos de alguien. —Lena mira al suelo—. Hoy hemos perdido luz. —Vuelve a levantar la cabeza, tiene alguna lágrima en los ojos—. Cada vez que nos peleamos entre nosotros, ellos ganan. —La voz le empieza a temblar un poco. Jaina comienza a ir a por ella para llevársela de ahí. Lena siempre ha tenido mucha sensibilidad y todo lo que está pasando la está destrozando—. Cada vez que desconfiamos de nosotros, ellos ganan. —Jaina para a mitad de camino, la dejará terminar—. Cada vez que nos odiamos, que nos mentimos, —Lena ya llora de forma evidente—, ellos ganan... —La voz triste y llorosa de Lena cala a cada persona que la está escuchando de forma devastadora—. Cada vez que dejamos que el miedo se apodere de nosotros ¡Ellos ganan! —Se tranquiliza un poco, deja de llorar y recupera la compostura—. Hoy es un día triste. Aunque no caminen entre nosotros, si dejamos que la oscuridad entre en nuestros corazones... Ellos ganan. —Su cara se ha transformado, transmite algo de ira, algo de impotencia—. Hoy, ellos han ganado. Nosotros, hemos perdido.

No dice más, se da la vuelta y se va, no espera aplausos, eso le da igual. Las palabras de Lena han entrado tan profundamente en todos los que la han escuchado, que el silencio sigue siendo absoluto. Esta noche, todos pensarán en ello, todos recordarán lo aquí dicho. Alguien grita, un grito aislado, un grito que se va contagiando, hasta que todos, absolutamente todos, alaban a la hija de la luz, gritan su nombre. Tunesia no volverá a dar la espalda a la luz.

Después de las palabras de Lena, Liam se junta con ella, por fin han llegado, por fin cargarán la farola. Lena va a su lado, lo acompañará, conoce el proceso a la perfección. Caminan hacia el núcleo de la farola donde se realiza la carga. Lena le agarra del brazo para caminar, como hacía con Marduk.

—Duele un poquito. —Lena le susurra al oído a Liam—. Si te parece bien, me quedaré a tu lado.

Pese a todo lo ocurrido últimamente, la sonrisa de Lena produce un intenso sentimiento en Liam, le trae paz, seguridad, no sabría explicarlo. Liam la mira, y asiente. ¿Cómo es capaz de hacerlo? ¿Cómo es capaz de transmitir esa seguridad, esa paz, esa ilusión, con todo lo que está pasando? Vuelve a sentirse como tantas otras veces, pequeño, la sensación de ser indigno. No puede evitarlo. Dos sacerdotes los acompañan, llevan unas vasijas consigo.

Llegan al núcleo. Una luz blanca, pura, ya bastante agotada, está dentro de una especie de cilindro de cristal. Un sacerdote abre una puerta.

Lena coge el brazo de Liam con mucho cariño, y lo introducen en el cilindro. Liam siente como si fuese absorbido, como si fuese drenado. El dolor es grande, pero aguanta. Nota que Lena, mientras le sujeta el brazo, tiene la cara apoyada en su espalda, con cariño. Eso le da fuerzas, aguanta mejor. La luz de la farola empieza a coger fuerza, se nota en la esfera de luz que sale de la ella, brilla con más intensidad, el núcleo de la farola recupera toda su capacidad. Del brazo de Liam empiezan a caer esferas metálicas pequeñas, sin luz, agotadas, desprendidas de su brazo. Los sacerdotes estaban preparados, las recogen todas en la vasija. El proceso ha terminado. La gente está aplaudiendo, gritando. Liam saca el brazo y, tanto el sacerdote como Lena, lo miran. Aún queda algo menos de la mitad de fruto en su piel, aún brilla. Uno de los sacerdotes habla.

Hijos de la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora