15 - La calma

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La primera esfera pronto se creará, pero eso no lo sabe nadie. A sus ocho años Ethan destaca ya por su enorme habilidad. A esa edad la mayoría son prácticamente independientes en este mundo, tienen que madurar pronto, no es un mundo fácil.

Ethan vuelve de recolectar frutos a las afueras de su aldea, cerca de Ibontus, cuando está volviendo, al pasar cerca de un pequeño almacén de madera abandonado, escucha que alguien lo llama, reconoce la voz, es la de Adam, aunque más temblorosa que de costumbre.

—Ethan, por favor, ¿Puedes venir? —El niño debe de hablar desde el interior del almacén, Ethan no puede verlo.

Ethan resopla, no le gusta Adam, es lo contrario a él. Es el más torpe de la aldea, sus intereses son muy dispares y, aunque se conocen, no suelen juntarse. Ethan es el más popular, son casos opuestos. No obstante, entra, a ver qué quiere Adam.

Cuando entra, se queda en la puerta. Lo ve en una esquina. El almacén está oscuro, pero gracias a un rayo de luz que entra por un roto, puede verse algo. Cuando se acostumbra a la luz nota que Adam tiene la cara mojada y los ojos muy rojos, debe de haber llorado mucho. Ethan no se siente cómodo, está pensando ya una excusa para poder irse.

—Ethan, no sé qué hacer...

—¿Qué te pasa? —Ethan piensa que le debe de pasar algo sin importancia, Adam es demasiado infantil para él, es demasiado inocente.

Adam se levanta, y de su mano, sale algo de luz. Ethan entra en pánico.

—Tienes que buscar ayuda, yo no puedo ayudarte.

Sin dejar que Adam le conteste, Ethan sale y se va, camino del pueblo, sin mirar atrás.

Al día siguiente Ethan se entera de que a Adam se lo han llevado, y siente como le invade un sentimiento extraño para él, algo que le hace sentir tan mal, que se promete que nunca más se volverá a sentir así.

Ethan despierta, está en una cama. Aunque está en un edificio habilitado como hospital temporal tras la batalla, él está en una habitación aparte. Jaina está sentada, cerca. Sonríe mucho al verle despertar.

—¿Cómo estás? —Jaina no sabe cómo tratarlo, dado su aspecto.

Ethan se siente raro, tiene ganas de vomitar. Lo hace. Cuando termina, intenta incorporarse. Jaina lo para.

—¡Espera! —Jaina se levanta a ayudarlo—. ¿Seguro que puedes?

Realmente no sabe si puede, se encuentra dolorido, y mal, muy mal. Se vuelve a sentar en la cama. Cuando levanta la mirada, al fondo, puede verse reflejado en un espejo. Donde tuvo marcas negras en todo su cuerpo, en especial en su cara, ahora tiene cicatrices, enormes. La oscuridad en su interior ha desaparecido, pero dejando secuelas, muchas. Tiene suerte de que su infección fuese tan reciente, si hubiese arraigado más, estaría muerto. Siente que ya nunca volverá a ser el que era, está mermado, enormemente. Una de las cosas que más odia Ethan es sentirse desprotegido, inferior. Que lo vea así Jaina no le gusta nada.

—Vete, déjame. —Ethan no quiere ni mirar a Jaina a la cara.

—¿Por qué? —Jaina sabe perfectamente por qué, pero no se va a rendir a la primera.

—Me encuentro mal, quiero estar solo. —Ethan ha dejado de mirarse a sí mismo en el reflejo, no puede más.

Jaina se levanta, pero va a por agua. Se la acerca a Ethan, no la coge, así que la deja en la mesa y se sienta a su lado.

—Lena se va. —Jaina intenta cambiar de tema, como si todo fuese normal, como si el estado de Ethan no importase.

Ethan no responde, sigue con la mirada perdida. Aunque la oscuridad se ha ido de su interior, ha dejado mella en él. Duda, no sabe a quién o qué ser fiel, no sabe cuál es la verdad.

Hijos de la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora