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Caminar por las calles de Seúl por la noche era una de las pequeñas cosas que me llenaban. No me molestaba la soledad siempre que llevara mis auriculares conmigo y mi cabeza volara por todos y cada uno de los rincones de mi mente. Lo que estaba viviendo, por ejemplo, fue una vez uno de esos deseos. Hacía mucho tiempo que soñaba con que mis pies tocaran suelo asiático, pero no había sido posible hasta el momento. Ahora estaba feliz de haberlo cumplido.
Por suerte no lo hice sola, mis amigas vinieron conmigo. No sabía si habría sido capaz de sobrellevarlo yo sola, podía imaginar que sí pero me habría llevado demasiado tiempo.
A pesar de lo a gusto que estaba echaba de menos mi hogar, era imposible no hacerlo. Había crecido en una familia que me quería y cuidaba como un tesoro y que confiaba en mí ciegamente (cosa que no me fue de gran ayuda debido a mi gran amiga la ansiedad).

Cuando cenaba sola en la habitación de la residencia mi mente volaba a España. Cenaba con mi madre mientras ella me escuchaba hablar de cosas que me apasionaban, aunque ella no estuviera tan enterada de ellas. Esa era una de las cosas que más me gustaba de ellos; me enseñaron a hablar sin miedo, a ser yo misma y expresar lo que sentía y pensaba. Es tan difícil hoy en día encontrar a alguien que no tenga miedo de no gustar o no ser aceptado, yo quería ser ese "alguien" y aunque algunas veces caía como todo el mundo, la mayor parte del tiempo lo lograba. Les estaba muy muy agradecida por ser ellos y ayudarme a aprender a ser yo misma de igual manera. Quería verlos, pero eso no sería posible por el momento.
Vivir en un país lejano te hacía apreciar lo que tenías antes y no valorabas. Incluso lo insoportable de la rutina se echaba de menos; los olores, las casas viejas del pueblo, el mismo camino del instituto a mi casa, la casa de mi padre y de mi madre... Todo estaba demasiado lejos y eso me hacía tambalearme de vez en cuando, pero realmente hogar es un sentimiento y aunque parte de mi hogar estaba en España gracias a mis amigas y a la gente que había conocido otra parte también lo estaba ahora en Seúl.

Me apoyé en la encimera de la cocina con una sonrisa en la cara y segundos después Chris hizo exactamente lo mismo.

— ¿Todo bien?

Asentí y le miré sonriendo.

—Problemas de chicas.

—No me parece bien esa exclusión, ¿si fuera chica me lo contarías?

—Pues no, sé guardar un secreto—sonreí divertida.

—¿Ni a mi?—hizo un puchero adorable.

Chris era ese tipo de persona que era capaz de mostrar dos personalidades diferentes en un período muy corto de tiempo. Su forma de ser iba tanto de una tremendamente divertida y adorable a otra seria y profesional como pocas personas conocía, no era el líder del grupo por nada.
Desde un inicio tuvimos una conexión especial, pero no romántica, iba más allá de eso; nos comprendíamos y sabíamos lo que la otra parte necesitaba sin siquiera preguntarlo.

—A ti menos aún.

Me dio un golpe con el hombro tras soltar una risa leve.

—¿Seguro que va todo bien?—giró levemente la cabeza buscando mis ojos.

Le miré a los ojos y asentí algo nerviosa; su mirada era seria, estaba preocupado por algo, aunque probablemente sería por mí y no le faltaban motivos después del último derrumbamiento.

—Siiii, pesadooo—le empujé levemente sonriendo.

Chris me cogió la mano con las suyas y buscó mi mirada.

—Sabes que puedes confiar en mí. En cualquier momento, cualquier hora, cualquier...

—Lugar, lo sé—asentí sonriéndole-. Y tú sabes que puedes confiar en mí. Está todo bien, Chris.

{Beautiful Maze}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora