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—¿Has probado a tomar alguna infusión relajante o algo?

—Sí. No me gustan, pero había que probar diferentes soluciones.

—¿Y tampoco funciona?

Alice negó con la cabeza y apoyó la espalda en el respaldo de la silla. No era muy difícil ver que desde lo de su hermana estaba algo ausente y las ojeras que tenía eran cada vez más grandes.

—Deberías ir al médico. Igual te puede recetar algo.

—No sé. No quiero meter mierdas en mi cuerpo solo para dormir.

—¿Solo? El sueño es algo muy importante.

—Tenemos que volver a España. Eso es lo único que necesito. Ver a mi hermana y saber que todo va bien.

—Lo entiendo. Piensa que ya no nos queda nada, solo un par de días.

—Los días se me hacen cada vez más largos y pesados porque ahora también vivo las noches.

Me mordisqueé el labio inferior pensando en otra solución que dar a Alice. Sabía que no me haría caso porque tenía claro lo que necesitaba para volver a estar bien, pero no perdía nada por intentarlo. Me preocupaba.

—Chicas, tengo que pasar un momento a la parte de atrás, ¿podéis vigilar por si viene un cliente, por favor? —Alzó la voz Yangmi.

—Claro. No te preocupes. —Le hice un gesto con la mano para que se fuera tranquila.

Ella desapareció por la puerta del personal y yo volví a mirar a Alice. Mi amiga daba vueltas a su pajita en el batido de fresa que se había pedido. Otra vez estaba perdida en sus pensamientos. Suspiré y no pude decir ni una palabra porque escuchamos un golpe en la puerta. Ambas nos giramos de golpe, preocupadas por si alguien se había hecho daño y la vimos en el suelo.

—Ayudadme, por favor —. Lizzie se levantó del suelo y corrió torpemente donde nosotras estábamos.

—¿Qué coño...? —Miré su dedo que señalaba a la puerta y pude ver por una de las ventanas como un grupo de chicas con móviles y cámaras corrían hacia la entrada—. Eso no. Alice, llévala a la parte de atrás con Yangmi.

Sin esperar respuesta corrí hacia la puerta, no sin antes coger del mostrador las llaves del local. Salí antes de que esas locas llegaran y les bloquee el paso.

—Apártate. Venimos a consumir —dijo una de ellas sin quitarse la mascarilla de la cara.

—Está cerrado. Es más, estaba a punto de cerrar. —Les di la espalda y metí la llave en la cerradura con dificultad porque varias personas me empezaron a mover esperando que me apartara. Probablemente en otra situación lo habrían conseguido, pero estaba determinada a que no tocaran a mi amiga, por lo que di una vuelta solo a la llave y me volví a girar—. Mañana volveremos a estar abiertos. Muchas gracias.

—¡Hemos visto a esa zorra entrar ahí!

Fulminé a la que había hablado con la mirada y me crucé de brazos. No sabía qué narices pasaba, pero imaginaba por dónde iban los tiros. Me daba mucho asco esa situación. ¿Quiénes se creían para perseguir a mi amiga como si fueran fieras acechando a su presa? ¿Acaso esa gente no tenía educación? ¿Algo les paraba de hacer lo que les daba la gana?

—Como he dicho: estamos cerrados.

—¡Déjanos entrar! ¿Que tiene miedo de enseñarnos su cara después de lo que le ha hecho al pobre Minho? —aulló una.

—¡Si tiene cara para engañarlo también la tiene de hablar con nosotras! —Me gritó otra en el oído.

Me sorprendió lo que dijo aquella chica bajita, pero no me permití ninguna expresión. Sabía que cualquier movimiento en falso podría costarnos mucho a Lizzie, a mí y a los chicos.

{Beautiful Maze}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora