-Ya me voy -anunció Keith, tomando su chaqueta y agarrando su tarjeta.
Lance, quien estaba tirado en el sillón mirando televisión, se percató de que no llevaba las llaves de la moto.
-¿Vas a ir caminando? -preguntó, estirándose hasta la mesita ratona y agarrando su vaso lleno de jugo.
Keith se abrochó la campera y se ató el pelo.
-La verdad es que no quiero que te vayas -agregó Lance luego de tragar su bebida, mirándolo fijamente. Se veía tan bien con el pelo atado...
Keith le sonrió chiquito.
-Luego le voy a pedir a Krolia que me traiga, en la moto no puedo traer las cajas -explicó, dejando un beso en su frente y en sus labios, y fue hasta la puerta-. Nos vemos luego -se despidió y salió.
Cerró la puerta detrás suya y llamó al ascensor. No tenía ganas de bajar las escaleras, le pesaba el cuerpo. Le había costado decidir si ir caminando o en moto, pero al pensar en las cajas que tenía que llevar prefirió, dolorosamente, ir a pie. Unos segundos después, ya había llegado a planta baja.
Saludó a la recepcionista y salió. Ese día no hacía frío ni calor, era un día con una temperatura y un clima estupendos para salir a caminar.
La verdad era que su antigua casa no quedaba muy lejos de su actual hogar (y, sí, podría llamarlo hogar porque estaba Lance con él. Si estuviese solo, no lo sería a la perfección. Lance completaba las cosas que Keith creía imposibles de completar, llenaba vacíos con su simple presencia. Era mágico).
Se puso los auriculares y puso una canción al azar. Cuando llegó a la casa de Kroia, iba por la tercer canción.
Paró la música y se acercó al edificio, mas frenó en seco antes de llegar a las escaleras por una persona que estaba estorbándolas. Su pulso se aceleró.
Nyma.
Estaba sentada en la entrada del edificio; al parecer, no se había percatado de que Keith ya no vivía más ahí ni de que estaba a quince pasos de ella.
Keith se colocó la capucha encima de la cabeza, escondiendo bien su cabello, para que ella no se diera cuenta de que estaba entrando. Tomó la llave de su bolsillo y subió las escaleras, pasando por su lado. Ella ni lo miró, seguía con la mirada fija en la nada misma. Keith abrió la puerta, mordiéndose los labios. Agradeció que aún conservara la llave. Cuando por fin entró, corrió rápidamente al ascensor y se subió (ya que, gracias al cielo, estaba abajo).
Llegó al piso donde Krolia vivía y tocó la puerta.
-¡Keith! -exclamó su mejor amiga, abalanzándose a él y abrazándolo. Unos segundos después, se separaron y se sonrieron-. Me da gusto verte, aunque nos vimos hace menos de una semana -dijo riendo. Keith la imitó y ella se hizo a un lado-. Pasa, pasa. Hasta que no te lleves todo, ésta sigue siendo tu casa.
Keith sonrió y se adentró al departamento.
-Voy a llenar las cajas con lo que me falta. Algunas cosas voy a dejarlas, por si acaso -explicó, tomando las cajas que estaban al lado de la puerta.
Krolia cambió su mirada alegre a una de tristeza. Keith no sabía que ella no quería que se fuera; lo había criado por tantos años que ya lo sentía como un hijo. Aún así, sabía que debía dejarlo ir.
Se dirigió a la que era habitación de Keith y se apoyó en el marco, cruzada de brazos y viéndolo recoger sus cosas.
-¿Te ayudo? -preguntó unos minutos después, acercándose a él y tocándole la espalda.
-Ya casi termino -respondió él, secándose una pequeña gotita de sudor.
Krolia ignoró lo que le dijo y se arrodilló a su lado para ayudarlo.
-Te dije que ya estoy por terminar -repitió él, viéndola de reojo.
Krolia se encogió de hombros.
-No me importa, quiero ayudarte -contestó, golpeándole suavemente la cabeza con su mano.
Luego de unos 10 minutos acomodando las cajas una encima de la otra, se sentaron en el sillón y suspiraron agotados.
-¿Quieres algo para tomar? Tengo limonada -preguntó Krolia con la respiración agitada.
-Sí, por favor -contestó Keith, suspirando.
Krolia se levantó y fue a la cocina, tomó dos vasos, abrió la heladera y sirvió el jugo fresco.
-Vamos, Krolia, tú puedes decírselo. Sabes que te entenderá-pensó, colocándole hielos a las bebidas.
Tomó ambos vasos y regresó a la sala.
-Toma -dijo, extendiéndole uno de los vasos.
Keith sonrió chiquito.
-Gracias... -respondió, levantándose un poco y tomando su bebida.
Krolia se sentó a su lado, alejada de él.
-Oye, Keith... Quiero hablarte de algo... -murmuró, jugando con su vaso.
Él dejó de beber y la miró atentamente.
-Bueno... Eh... No sé por dónde comenzar -dijo, empezando a ponerse nerviosa y riendo tontamente.
Keith dejó el vaso en la mesita ratona y se volteó a ella.
-Sabes que no me gusta cuando balbuceas, sólo dilo -dijo él.
Krolia pasó saliva sonoramente y Keith empezó a preocuparse.
-¡No es nada malo! Creo... -susurró ella. Keith frunció el ceño.
-Krolia...
-Keith.
Se miraron en silencio y ella desvió la mirada.
-Tú... me gustas.
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*Nota de autora*
*Hola, lectores y lectoras. Voy a tomarme un descanso y por un tiempo no voy a actualizar. ¡Nos leemos pronto, gracias por todo!*