Irresistible

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Y ahí estaba yo, sentado junto al novato más guapo que había visto en mi vida, comiendo mis gomitas favoritas, las cuales él me había comprado, mientras él comía helado. Ambos nos mirábamos, cómplices. Verlo lamer un helado de aquella forma tan cómoda no evocaba los pensamientos más inocentes en mí que digamos. Todo lo contrario. Estaba concentrado, haciendo control mental, controlando mi cuerpo para que no ocurriese algo que luego tendría que solucionar con una ducha de agua fría.
Mientras tanto, hablábamos de cosas triviales, nada importante, las cosas simples de nuestros día a día. Necesitaba alguna distracción. Para mi suerte, terminamos nuestros aperitivos en un abrir y cerrar de ojos, a pesar de que había pasado casi una hora. Aún así, seguimos sentados allí, hablando; estábamos sumergidos en nuestra conversación. Pero, de repente, hubo un silencio entre nosotros; ambos callamos. Él comenzó a observar mis labios, y yo no pude evitar hacerlo con los suyos. Sentía como si fuésemos imanes, atrayéndonos mutuamente. Y, eventualmente, éstos se encontraron. El beso inició siendo algo tímido, temeroso de la respuesta del contrario, pero rápidamente tomamos confianza y se descontroló un poco.
   Había algo que estaba claro. Sus hormonas estaban en la cima del alboroto; en su punto más alto y descontrolado. Eso, por un lado, me encantaba, me enloquecía, me excitaba. Realmente me gustaba que él sea tan espontáneo y que, de la nada, se me abalanzase y me besara, que se acercara. Claramente podía sentir su necesidad, sus ansias, lo excitado que se volvía cuando me besaba. Me encantaba. Podría repetirlo mil veces. Me encantaba. Me encantaba. Y me encantaba.
   Aún así, por otro lado, me hacía sentir culpable. Podría dejar que las cosas fluyesen al paso que él quisiera, que no parecía exactamente lento, pero entonces me estaría aprovechando un poco de él, de los estragos que ocasionan sus hormonas en él. Era un gran dilema para mí. Ambos lo deseábamos, pero no estaba seguro si sería lo correcto. Pero, ¡al Diablo con lo correcto! Había sufrido suficiente por ser un chico correcto, ilusionado y fiel. Yo no haría nada. No iniciaría un beso, no pegaría mi cuerpo al suyo ni me subiría sobre su regazo. Pero tampoco lo pararía. No lo detendría si él me besara. No lo detendría si él me tomara de las caderas, pegándome contra su cuerpo. Y no lo detendría si me acomodara sobre él. Sólo me iba a dejar llevar; dejaría que él tomase el mando.
   Mientras lo besaba, me dio curiosidad por la expresión que tenía su rostro. No pude evitar reír para mis adentros al imaginarlo. Entonces, decidí divertirme un poco y, lentamente, me separé de él, sonriendo. Él no abrió los ojos y continuó acercándose más a mí, buscándome con sus labios. Pero lo que él no sabía era que yo me había alejado un poco más, para tener mejor perspectiva. Lucía muy concentrado en ello. Su expresión se veía realmente excitada, de verdad estaba buscando más. Lo siguiente que pasó fue que él, al encimarse tanto sobre mí, terminó por perder el equilibrio y caer, apoyándose con sus manos sobre mis muslos. Y eso terminó muy, pero muy mal.
   Sentí una punzada en mi entrepierna y rápidamente la tapé con las bolsas de mis compras. Él se alejó al instante, sonrojado, pero parecía no haberse dado cuenta de aquello, había sido más por la situación. Yo me despedí de él lo antes posible, volví a besar cortamente sus labios y corrí hasta mi apartamento.
Al llegar, me encontraba en apuros. En verdaderos apuros. Para mi suerte, tenía las bolsas que me ayudaban, ya que lograban ocultar el demasiado notorio bulto que tenía entre mis piernas. Ahora debía tomar una ducha de agua fría, ¿por qué le propuse un helado? Fue como cavar mi propia tumba. Pero, aún así, ¿por qué debía tomar una ducha para calmarme? No tenía ganas de aquello. No dejaría que el agua lo haga todo. Lo solucionaría yo, con mis propias manos. Tenía la imaginación suficiente para solucionarlo y fantasear al mismo tiempo.
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*narra Chan*

Vi sus gomitas preferidas y, rápidamente, lo primero que cruzó mi mente fue él. También pensé en el delicioso sabor que éstas habían dejado en su boca el día que nos besamos. Comencé a reírme solo como un tonto debido a mis pensamientos. Las tomé y las compré, lo que hizo que él me mirase extrañado. Pero no me importó. Encantado, se las di y vi un brillo aparecer en sus ojos. Era tan hermoso. Él y su brillo, ambos.
   Él dijo que no podía aceptarlas y me ofreció un helado, y entonces supe que era mi oportunidad. Le dije que lo aceptaría si comíamos juntos. Yo el helado y él las gomitas. Y aceptó, con una sonrisa hipnotizante en su rostro. Lo más rápido que pude, debido a mi entusiasmo, tomé su mano y lo llevé a la heladería, gritando por dentro y con mi corazón en la garganta, ya que podía sostener su mano. Se sentía como un sueño.
Nos sentamos en una de las mesas y él sacó un tema cotidiano de conversación. Pero, verlo. Hablar con él. Observar sus llamativos labios. Todo eso sólo provocaba ese intenso cosquilleo en mi estómago y me enloquecía. Lo único que quería hacer era besarlo; poder disfrutar de él y con él. Mi único miedo era que él me detuviese. La última vez no lo había hecho, pero podría. ¿Qué tal si lo hacía? Estaría aterrado y avergonzado. Pero, no sabría la respuesta si me quedaba sin hacer nada como un tonto, por lo que lo besé.
   Al instante, él correspondió mi beso. Eso había sido lo que me descolocó. Nuevamente volví a sentir ese sabor a gomitas en él, lo que hizo que quisiera más. Desesperado, besé con más rapidez sus labios. Quería más, lo anhelaba. Necesitaba besarlo más y no dejarlo ir jamás.
Él se separó momentáneamente de mí, pero yo aún no quería terminar el beso. Necesitaba continuarlo, estaba totalmente enganchado. Fueron tales mis ganas, que terminé cayendo sobre sus piernas. Me ruboricé al darme cuenta de lo cerca que había puesto mis manos de su entrepierna. Eso había sido lo más cercano a manosear a alguien que había estado en mi vida. Al parecer, lo incomodé, ya que él rápidamente me saludó y se fue, también ruborizado.
   Pero, ¡él se despidió con un beso en mis labios! ¡Él me besó espontáneamente! Estaba enloquecido. Lo acababa de besar, y aún así, deseaba volver a probar aquel dulce sabor a gomitas en sus labios. Las gomitas eran ricas, pero el sabor en sus labios, su boca, eso le daba otro nivel. Eso lo hacía irresistible.

Hello, Sweetie • [JuNo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora