Confesiones

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Pasé todo el tiempo que pude ordenando y preparando mi departamento para Chan; puse algunas velas, flores y dejé todo en su respectivo lugar. Hoy era el día. Hoy continuaríamos con lo que habíamos dejado pendiente el otro día. Y, tenía admitirlo, estaba ansioso. No, estaba muy ansioso. Éste era el día que tanto había esperado; el día en el que llevaría a la cama de una vez por todas a ese novato que tan loco me traía. Iba a ser fenomenal, podía presentirlo. Sabía que en el fondo Chan era realmente caliente, y había logrado comprobarlo la otra vez; estuve a punto de arrancarle la ropa con mis propias manos. Estaba seguro de que, si él no me hubiese detenido en aquel momento, yo no habría parado.
Oí el timbre sonar y mi corazón se aceleró; la noche estaba por empezar. Salí corriendo por la puerta de mi departamento y llegué a la puerta del edificio lo más rápido que pude. La ansias recorrían mi cuerpo, ya podía sentirlo. Abrí aquella puerta y, contradiciendo todo lo esperado, mi sangre se heló, a la vez que sentí un nudo en mi estómago. La persona ahí parada frente a mí en la puerta era la última persona que esperaba ver. Un malestar invadió todo mi cuerpo y, por unos segundos, mi vista se nubló y mis fuerzas desaparecieron, pero no le permití verlo, aunque sentí estar a punto de desmayarme, no quería que lo viese, no lo merecía.
—Hola..., de nuevo, después de tanto tiempo... —fue lo que dijo, dejándome ver esa sonrisa que antes tanto me gustaba, pero que ahora tanto mal me causaba.
—¿Qué haces tú aquí? —intenté mantener un perfil frío y reservado.
—Sé que es repentino, pero quería volver a verte, no me culpes por intentarlo... —dijo, suplicante.
Intenté ocultarme y cerrar la puerta en su cara pero él me detuvo.
—Oye, escúchame, déjame explicarte, podemos hablarlo... —dijo, deteniendo la puerta con sus manos.
—Luego de lo que pasamos juntos, y de lo que pasé yo solo, no quiero tener nada más que ver contigo, Xu Ming Hao —dije, empujando la puerta con aún más fuerza.
—No digas eso... —insistió.
—¡¿Cómo pretendes que no lo diga cuando tú me abandonaste!? —exclamé, dejando escapar una lágrima y sintiendo mis fuerzas debilitarse.
—Yo jamás te abandoné, tú sabías que debía volver a China y te di la opción de venir conmigo. Fuiste tú quien me hizo elegir y para mí volver no era una opción, realmente debía hacerlo —repitió las mismas excusas que años atrás—. Y, ahora míranos, peleando nuevamente —suspiró—. Hablemos... —volvió a insistir.
Lo miré, afectado, realmente dolido. Pensar en él causaba dolor en mí, y haberlo visto desató sentimientos que había guardado tan profundo, que aquello me desestabilizó totalmente. Realmente no lo esperaba, pero eso me hizo recordar a la persona que realmente estaba esperando y que seguro estaba a punto de llegar; él siempre era puntual.
—No puedo, estoy esperando a alguien más —contesté fríamente.
Su rostro cambió, ésta vez era él quien no esperaba aquello, quien no esperaba que yo haya avanzado con mi vida romántica, ya que sabía que yo era difícil de ganar, pero, como dije, era. Dio un paso atrás y retomó su postura.
—Claro —dijo, aclarando su voz—, seguro. Cuando puedas, y si estás dispuesto a hablar, llámame, mi número no ha cambiado...
Podía notar fácilmente cierto atisbo de decepción en su voz, pero aquello sólo me enfurecía. ¿Quién demonios se creía para volver como si nada e intentar recuperar contacto conmigo, así de fácil? Era un idiota, obviamente no se lo iba a permitir. Lo vi alejarse con la cabeza medio gacha y perderse en la lejanía, entre la gente. No era muy tarde, pero ya había comenzado a oscurecer. Aún cuando su silueta ya había desaparecido, yo continué observando en aquella dirección. Tenía ganas de llorar y derrumbarme, pero no me permitiría hacerlo, debía ser fuerte; debía resistir.
Una mano en mi hombro me trajo nuevamente a la realidad y una hermosa sonrisa iluminó toda aquella oscuridad en la cual me estaba sumergiendo, haciendo que cambiase las lágrimas por una sonrisa también.
—Hola, te extrañé —dijo, y luego besó mis labios cariñosamente.
—Yo también... —contesté, verdaderamente agradeciendo su compañía, ya que no estaba siendo exactamente un momento fácil para mí.
Yo sólo deseaba acostarme con él, disfrutar de buen sexo y dormirme con Chan en mis brazos, para despertar de aquella misma forma en la mañana, con la luz del sol entrando a través de las ventanas de mi habitación. Y eso iba a hacer.
—¿Tan ansioso estabas que me estuviste esperando en la puerta...? —preguntó, con una sonrisa traviesa.
   Yo lo observé. Éste niño no era consciente de los estragos que realmente causaba en mí.
—Me alegra no haber sido el único —agregó, antes de que yo pudiera decir algo.
   Me acerqué a él y lo abracé por la cintura con fuerza, enterrando mi rostro en el espacio entre su cuello y su hombro, suspiré y dejé un beso allí, lo que le causó un escalofrío a Chan. No pude evitar reír ante aquella respuesta corporal tan tierna; era increíble lo rápido que él lograba disipar mis malestares. Me separé un pco de él sin soltar su cintura y le sonreí, pero él me miró confundido.
—¿Estás bien? —me preguntó, algo confundido.
—Contigo siempre lo estaré —dije, depositando un corto beso en sus labios y volviendo a sonreírle—. Entremos.
   Una vez en mi departamento, cenamos y nos sentamos en el sofá a hablar y disfrutar del ambiente. Todo estuvo tranquilo hasta que éste último mencionado se sintió más caliente. Chan y yo comenzamos a besarnos y a recorrer nuestros cuerpos con el tacto. El momento estaba siendo mágico. La ropa de a poco había comenzado a desaparecer, en especial la mía, a tal punto que terminé únicamente en bóxers.
   Como Chan aún tenía sus pantalones, creí que era algo injusto para mí, así que, dejando un camino de besos por todo lo largo de su pecho y vientre, bajé hasta sus pantalones para quitárselos. Los desabroché y comencé a bajar el cierre, pero entonces él me tomó de las mejillas y me subió hasta sus labios para que volviese a besarlo, y así lo hice.
—Me gustas —dijo, entre mis labios.
   Yo sonreí por unos segundos y continué besándolo, bajando por su cuello.
—Tú también me gustas... —le contesté—. Me gusta tu hermoso rostro... —susurré en su cuello—, me gusta tu cuerpo... —susurré, mientras besaba su pecho—, me gusta tu personalidad joven y traviesa... —esta vez besé su vientre bajo—; me encantas... —concluí, habiendo bajado nuevamente hasta su entrepierna, la cual se veía casi tan abultaba y dura como la mía.
—No me refiero sólo... a eso —dijo, algo agitado, y luego soltó un suave gemido que me enloqueció, debido a que yo lo había besado en el borde de lo poco que se asomaba de sus bóxers desde el cierre bajo de sus pantalones.
—Las charlas luego del sexo son mejores que las previas... —dije, insinuando en que se concentrase en el momento que estábamos teniendo.
   Tomé el bordé de sus pantalones y sus bóxers, dispuesto a bajarlos, pero él volvió a interrumpirme tomando mi cara con sus manos y mirándome directamente a los ojos.
—Estoy enamorado de ti —confesó, y pude sentir cómo el bulto que tenía parado entre las piernas se bajaba al instante.

Hello, Sweetie • [JuNo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora