Final

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   Acababa de ser arrastrado por Chan a la fuerza fuera de aquella sala. Al principio, me tomó por sorpresa y no supe cómo reaccionar, pero rápidamente lo hice, y no fue de buena manera. Podía sentir cómo mi sangre hervía dentro de mis venas; estaba realmente furioso.
—¡¿Qué demonios te pasa?! —exclamé, y solté mi muñeca de su agarre.
   Él dudó antes de hablar.
—Yo... sólo no soporto verte así con él o... alguien más —contestó, y, en ese momento, realmente me enfurecí ante su acto de celos.
—¡No puedes llegar así hasta mí y tomarme como si nada! ¿Cómo te atreviste a hacerlo? No soy un objeto ni propiedad de nadie. Yo estaré con quien quiera, no con quien tú decidas. Entiendo que te guste, pero no tienes el derecho a ser así conmigo. ¡Lo que hiciste estuvo realmente mal, Chan! No creía que fueras así... ¡Realmente te pasaste de la raya! —dije, al recordar los momentos en los que Ming Hao me celaba, a tal punto, que peleábamos y no nos hablábamos por días.
   Me daba mucha rabia pensar en aquellos momentos, y también pensar que Chan acababa de celarme, cuando había dejado bien en claro que detestaba aquello. Estaba concentrado en aquello, hasta que Chan comenzó a llorar y mi corazón se encogió en mi pecho. Él salió corriendo, y acto seguido, Ming Hao apareció detrás mío.
—No tengo oportunidad..., está claro —dijo.
   Yo me volteé hacia él y lo miré, confundido.
—¿De qué hablas...? —pregunté.
—Nunca me has visto de esa forma. Es obvio que no soy competencia.
—¿Qué...?
—Sólo no lo dejes ir como yo te dejé ir años atrás, te arrepentirás, créeme que lo harás... —suspiró, como si fuese una despedida—. Adiós, Jun.
   Me observó por última vez, se volteó y caminó en dirección a la puerta. No estaba seguro de cómo sentirme respecto a lo que acababa de pasar. Volví a casa y pasé toda la noche pensando en eso. Sus palabras no dejaban de dar vueltas por mi mente, al igual que Chan. Al día siguiente, luego del trabajo, estaba exhausto. No había dejado de pensar en lo mismo una y otra vez; estaba harto. Intentaba ignorar lo que dijo Ming Hao, pero entonces los momentos lindos con Chan venían a mi mente e, inconscientemente, me hacían sonreír. Me acababa de dar cuenta. Todo lo que estuve haciendo hasta ahora lo odiaba: estar soltero, tener sólo sexo sin sentimientos y, lo peor y más detestable de todo, apartar al chico que me gustaba.
   Tomé mi celular y miré la hora; era algo tarde, pero todavía podía encontrar a Chan en su trabajo. Tomé rápidamente un abrigo y corrí al cine. Al llegar lo busqué con la mirada, pero no lograba encontrarlo. Me acerqué al mostrador para hablarle a Jeong Han, quien se veía algo deprimido.
—Jeong Han, hola, ¿sabes dónde está Chan? —pregunté, algo inquieto.
—Se fue —contestó, de mala gana.
—¿Qué? —pregunté, sin comprender.
—Hoy vino aquí con su uniforme en mano y dijo que renunciaba —dijo, y seguía sin comprender, ya que él estaba muy contento con su trabajo, ¿por qué lo dejaría?
—Estás bromeando... —dije, riendo, nervioso.
—¡¿Me veo como si estuviese bromeando?! —exclamó—. Sin mi bebé aquí, es como si una parte de mí me faltara.
—Dame la dirección de su casa —solté.
   Él se sorprendió.
—No puedo darte esa información —dijo, firme—. Además, tú fuiste la razón por la que él se fue.
—¿Qué? —dije.
—Sí, tú sabías que le gustabas y, aún así, jugaste con su corazón y lo rompiste. Yo te lo advertí —dijo, receloso.
—No... —dije, dándome cuenta de todo el mal que le había causado.
   Por un momento, pensé que sería mejor para él si yo me alejaba lo dejaba. Pero, ese no era mi espíritu, yo no dejaba las cosas que verdaderamente apreciaba así de fácil, yo no me rendía al primer golpe. Admitía que me equivoqué y lo iba a arreglar.
—Ya vuelve a casa... —dijo Jeong Han.
—Estoy enamorado de él desde el primer momento, y finalmente estoy dispuesto a corresponder sus sentimientos de forma no secreta —dije, y él me miró, anonadado—. ¡Diablos! ¡Qué bien se siente decirlo en voz alta! —exclamé, suspirando al sentir un peso menos en mi corazón.
   Al decir aquello, conseguí que él me diese su dirección, y, en cuanto la tuve, corrí hasta allí. Pero, al llegar, los nervios me invadieron. Tomé aire y lo solté lentamente, me acerqué hasta la puerta y toqué el timbre. Luego de unos segundos, la puerta se abrió y volví a ver la cara de Chan; se veía algo cansado.
   Él, al verme, abrió mucho sus ojos y me empujó unos metros lejos de la puerta, la cual cerró detrás suyo. Se paró frente a mí y no pude evitar pensar en lo adorable que se veía al ver cómo iba vestido.
—Son apenas las 8:30 P. M., ¿qué haces con el pijama puesto tan temprano? —pregunté, divertido.
—Es que... mi madre dice que debo acostarme a dormir temprano para tener un buen día —dijo bajito, algo avergonzado, pero la verdad es que eso entibió aún más mi corazón—. ¿Qué haces aquí? —preguntó, cambiando de tema.
—Debo decirte algo —dije, intentando acercarme a él, pero retrocedió.
—Creo que ayer ya dejaste todo bien en claro —dijo, distante.
—No —dije, serio, y él me miró, confundido—, todo lo contrario. Ayer empeoré las cosas, ya que estaba confundiéndome al intentar convencerme de que no sentía lo que verdaderamente sentía.
—¿Y qué sentías? —preguntó.
—Desde el primer momento en el que te vi, desde la primera vez que hablamos, desde que nuestras miradas se encontraron por primera vez, me enamoraste, de una forma tan rápida y fácil como nunca nadie pudo hacerlo; tu simple ser me enamoró... —dije, con la voz algo quebradiza—. Yo sólo no quería admitirlo debido a mi pasado.
   Algunas lágrimas rodaron por las mejillas de Chan; quería limpiarlas y abrazarlo fuertemente.
—Rompiste mi corazón... —dijo, sollozando.
—Lo sé... —a mí también se me escaparon algunas lágrimas—, pero quiero arreglarlo. O, al menos, déjame contarte por qué no quería aceptar mis sentimientos por ti...
   Él asintió, mientras se limpiaba las lágrimas.
—Comenzó con mi ex, el chico de ayer... —dije, y é me miró, con el ceño fruncido.
—Sabía que era un idiota... —dijo, entre dientes.
   Solté una risita ante su comentario, era tan él, que terminaba por enloquecerme.
—Salimos por mucho tiempo, realmente llegamos a amarnos, pero, por razones de trabajo, él tuvo que volver a nuestro país natal y me hizo elegir entre volver con él o no. Yo en realidad sí quería volver junto a él, y así ver a mi familia, vivir más cerca de ellos. Pero no lo hice porque quería poner a prueba nuestro amor; qué tonto fui. Creía que, si le decía que me quedaría, él también lo haría o se iría y regresaría arrepentido a los pocos días. Estaba seguro de que aquello pasaría. Pero no fue así. En el aeropuerto él terminó conmigo, se despidió y me dio la espalda mientras caminaba a tomar su vuelo. Ni si quiera se volteó a verme una última vez. Aún así, creí que volvería, por eso lo esperé. Pasaron los días, las semanas, los meses e incluso años. Él jamás volvió. Él jamás llamó. Él jamás se arrepintió. Mi corazón estaba herido y muy roto. Por esa razón no quise nada serio desde ese día, porque temía que me volviesen a lastimar. Pero, luego te conocí a ti y las cosas cambiaron. Yo cambié. Me hiciste dar cuenta de que si no arriesgo, jamás podré ganar. Y, lo que más me interesa en éste momento, es volver a ganar tu corazón, Chan —dije, al borde de las lágrimas.
—Con esto ya lo volviste a hacer —contestó, abrazándome y sosteniéndome con fuerza entre sus brazos.

Hello, Sweetie • [JuNo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora