Melancolía

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Aquella mañana fría había llegado, dentro de sus pensamientos ansiaba peligrosamente que nunca llegase y seguir viviendo de la manera en que lo hacía hasta antes de que esos malditos invadieran su planeta, pero su suerte tuvo que cambiar, su vida en la Tierra tuvo que detenerse y atravesar sin su consentimiento la galaxia. No sabía exactamente por qué tuvo que ser escogida de entre tantas mujeres, la verdad era que en el fondo sí sabía la razón; ella y su gran bocota.

Debió de mantenerse callada, ¿Qué le costaba aguantar?, se sentía tonta; ella que se autoproclamaba la mente más brillante de la Tierra. No pudo controlar sus impulsos y salió en defensa de aquellas mujeres que venían siendo maltratadas por esos tipos despreciables.

– ¡Suéltalas! ¡Deja de lastimarlas animal desgraciado! – Salió de su escondite en un impulso, sin darse cuenta y encaró aquel ser repulsivo –¡¿Qué hacen en este lugar, por qué no se largan?!

– Mira nada más lo que tenemos aquí –Escuchó decir a un asqueroso ser rosado, con protuberancias saliendo de su cuerpo, el tipo se miraba horroroso, no pudo evitar la mueca de asco de su rostro– Se cree muy valiente ésta basura, pero dudo mucho que hagas algo por ayudar a éstas inútiles, verdad preciosa –El asqueroso tipo tomó a una de las mujeres del cabello y la levantó hasta la altura de sus ojos, lamió su cuello lascivamente mientras clavaba sus ojos en los orbes azules de la mujer que lo había encarado.

– ¡Déjala, la estás lastimando monstruo! –Sentía la impotencia en su piel, sabía que ese ser era tremendamente peligroso y no podía hacer nada. No quería morir y tampoco que asesinasen a esas mujeres.

– ¡Suéltame, asqueroso, déjame maldito…ayúdenme! –Gritaba desesperada la mujer a la que tenía tomada del cuello. Sus lágrimas caían sin mesura por sus pálidas mejillas. Sentía su rabia y dolor.

– Dodoria –Escuchó la voz de otra persona acercándose– Deja de perder el tiempo con éstas mujeres y llévalas inmediatamente a la nave. Pueden serle de agrado al Lord.

– ¿Tengo que llevar a todas?, algunas de éstas son muy irrespetuosas, en especial esa de allá –Dijo señalándola– No deja de hablar, es un verdadero fastidio. Voy a asesinarla –Sentenció.

– Dije que a todas, es una orden; no comiences a cuestionar las órdenes que se nos dan. Lleva a todas esas terrícolas a la nave, ahora –Lo observó mirarla por el rabillo del ojo antes de marcharse volando, era un hombre de tez verdusca, con una larga trenza de cabellos dorados. Era un ser imponente y ante lo que vio parecía no ser tan maldito como el primero.

– Idiota –Escuchó mascullar al asqueroso tipo rosado– Se cree el jefe ahora por ser el preferido de Lord Freezer, pero me las pagará algún día el muy imbécil –Dirigió su mirada a la mujer de cabello azul.

– ¿Ya escuchaste no? Tuviste mucha suerte, pero no creas que olvidaré tu falta de respeto, maldita terrícola.

– ¿Quién es Freezer? –Tuvo el valor de cuestionar, sabía que no debía pero si iba a morir, quería al menos saber quién ocasionó toda ésta masacre.

– ¡Cállate! –La noqueó al instante y la llevó junto a las otras mujeres para trasladarla al calabozo ubicado dentro de la nave.

Esos seres arruinaron toda su vida, llegaron y destruyeron todo su mundo y ella jamás les perdonaría que hayan asesinado a tanta gente. Cuando vio las lágrimas de aquellas mujeres, se vio reflejada en ellas, vio el rostro de su madre, vio a su hermana. Vio en ellas el total desamparo y fragilidad, tanta fue su frustración que su mente no dudó en protestar ante lo que creía incorrecto y actuó por inercia ante un acto injusto, no se dio cuenta de que en ese momento la descubrirían y toda su vida se volvería un infierno.

Tu, mi destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora